Carmelo Gómez sube a su coche a una meretriz de carretera para pasar un control policial. Llega a Madrid y ocupa un "estudio" con su coartada de fotógrafo para preparar un atentado. Aparece la Gabriel y comienza el choque de dos mundos; y empieza precisamente con un chute de heroína con bañera..., todo muy clásico.

Por más años que transcurran me continua maravillando la manera de dirigir de Uribe, los encuadres, el guión, el montaje, los detalles, la banda sonora, momentos plásticos como el de la danza callejera con silla de ruedas incluída; Candela Peña que te hace partir de risa en medio del drama (ya se veía que esta chica llegaría lejos).
Se va al grano en todo el metraje, no hay tiempos muertos. El etarra Carmelo descubre en la joven marginal una pasión que nunca había podido ni imaginar y siente en múltiples ocasiones el impulso de implicar su pistola (la de la ETA) en el asunto. Los actos terroristas se interfieren -y provocan víctimas colaterales- por factores y personajes del inframundo que los planificadores no habían tenido en cuenta...

Y hay mucho más cada vez que se revisiona; sin olvidar a Javier Bardem o Elvira Mínguez. El momento culminante: en el spoiler.