Aunque el fin de la guerra pueda parecer el regreso a la vida cotidiana para soldados y civiles, esta película se encarga de demostrarnos que dicha suposición se encuentra muy alejada de la realidad.

Para los oficiales aliados no es plato de buen gusto determinar el destino de los miles de refugiados y desplazados por la II Guerra Mundial. De sus decisiones depende el futuro de muchos de ellos, pues no es lo mismo ser enviados al bando ruso que al aliado, ya que las cuentas pendientes ni se olvidan ni se perdonan, y puede que las tan ansiadas repatriaciones a sus lugares de origen se queden en nada.

Tiene momentos de comedia esta interesante y desconocida cinta de J. Lee Thompson (El cabo del terror y Los cañones de Navarone), pero básicamente se trata de un drama sobre la supervivencia humana, tanto de los soldados como de los refugiados, entre los cuales hya una gran diversidad de nacionalidades.

David Niven interpreta con sobriedad, crudeza e inflexibilidad a un oficial británico encargado de tomar la decisión de hacia donde tienen que partir los refugiados. Pero no siempre lo hace con la cabeza, lo cual le lleva a traicionar sus propios principios, como le dice en un momento dado al casi debutante John Hurt, prolífico y espléndido actor, que aquí interpreta a un oficial en continua lucha etica y moral con su superior y consigo mismo.

Merece la pena destacar también a ese curioso actor que es Topol, en su rol de refugiado políglota llamado Janovic, auténtico motor del lugar por su facilidad para hacer de intérprete. Siempre preocupado por mejorar el bienestar de todos es también capaz de embaucar al más pintado para salirse con la suya. Sin embargo, esconde un gran secreto que puede poner a todos los implicados en peligro.

Lo mejor: el trío de actores protagonista y la magnética belleza de Anna Karina.

Lo peor: cierta falta de ritmo.