El original metraje narra la vida laboral del vicepresidente de una gran empresa tabacalera, cuyo trabajo consiste en defender los derechos de los fumadores (”debemos cambiar los hábitos de los americanos, en estos tiempos sólo fuman tabaco los psicópatas y los europeos”). Hay secuencias memorables como la discusión del protagonista con sus amigos responsables del alcohol y las armas sobre cual de los tres mata a más gente al día. Lástima que el film protagonizado por Aaron Eckhart (quien, por fin, ha interpretado un gran papel dentro de sus posibilidades, dejando atrás, y esperemos que para siempre, mediocridades como “El núcleo” o “Paycheck”) se quede a medio camino con la sátira que al principio nos presenta (muy grande es la primera escena, en el programa de televisión), y que paulatinamente se va desinflando. La culpa, ese niño repelente de cara irritante cuyo único trabajo positivo fue el videoclip de System of a down “Aerials”, en el que encarnaba a un incomprendido deforme de circo. Por él el proyecto acaba con un mensaje moral que no encaja para nada con el resto. Salvo el mocoso, el elenco actoral es impecable, con nombres que tendrían que esforzarse a propósito para hacer mal sus papeles, como María Bello (”Una historia de violencia”), William H. Macy (”Fargo”), Katie Holmes (siempre que hace de seductora golfilla la chica lo borda, qué prodigio) o el veterano Robert Duvall.
La dirección y guión, basado en la novela de Christopher Buckley, del joven Jason Reitman es impecable. Se nota la herencia de su padre Ivan (realizador de “Cazafantasmas 1 y 2”, “Los incorregibles albóndigas” o “Los gemelos golpean dos veces”), aunque en vez de optar por el humor blanco de su progenitor, prefiera el sarcástico y cínico. La fotografía tiene momentos memorables, así como las pausas de algunas imágenes y la voz en off, que no se excede (como ocurre en otras muchas películas) más de lo necesario.
Concluyendo, disfruten de estos 90 minutos para reírse de uno mismo, que es lo primero que se debe hacer antes de mofarse de los demás. Que ya empezamos a estar un poco cansados de tanto neopuritanismo autocensurado, que sólo nos puede llevar a una dictadura democrática. Y nada mejor para ello que un ejercicio tan incisivo de reflexión.