En una institución para enfermos mentales, dominada por psicoanalistas trabaja Ingrid Bergman. Aparece en escena un famoso psiquiatra, autor de libros, el Dr. Edwardes, pero algunos misterios se relacionan con él, sobre todo cuando empieza a mostrar signos extranos de comportamiento y hasta se pone en duda su identidad. Por su parte, Bergman empieza a albergar una admiración y afecto creciente por el hombre, que la llevará a una aventura inesperada. Entrarán en el escenario situaciones criminales y hasta deberá apelarse a los suenos, al mejor estilo freudiano, para resolver...problemas de la infancia u homicidios?. Con una estela de intriga importante progresa el film rodado en blanco y negro y uno no puede menos de quedar inmerso en la atrapante intriga creada, sobre la que no hay muchas pistas como para resolver un enigma cuyos términos se conocerán de manera impensada recién en las postrimerías del film. Si bien en mi criterio el film es algo parsimonioso y con cierto amor por el detalle -que por hacer un símil con la literatura lo aproximaría más a una nouvelle que a un cuento- que retrasa en forma considerable la resolución de la trama, el clima más el innegable aporte carismático de los actores centrales y el tono psiconalístico de buceo en el inconciente relacionado con el delito le dan un cariz más que interesante y hace difícil experimentar el deseo de dejar de completar su visualizacion. Por otra parte, hay que resaltar especialmente la reconstrucción onírica, con un escenario que parecería inspirado -y diría que es seguro- en cuadros de Salvador Dalí. Ronda el 8.