Película con un elenco atractivo, que nos remonta a fines del siglo XIX, después de la Guerra de Secesión y donde se da la paradoja de una elegante ambientación (por ejemplo el interior de trenes de alto nivel) sazonada con invenciones modernísimas de alta tecnología, verdaderas maravillas del ingenio humano, únicamente explicables a la luz de los efectos especiales de hoy en día. La película tiene un humor permanente, sistemático (no sólo de las situaciones sino también en los diálogos), en una seguidilla que parece no tener fin, al punto de que se da también la paradoja de momentos desopilantes con algunos relativamente tontos y ligeramente cansadores. De todos modos, este absurdo guión tiene en conjunto su dimensión atrayente, en buena medida, por ejemplo cuando Wil Smith se disfraza de mujer y debe retener los embates de un psicópata poderoso que no puede evitar la constante tentación de manosearlo a la vista de todo el mundo. Creo, pues, que salvadas las excepciones mencionadas, es un producto liviano como para ver con fines distractivos y con notas de humor muy logradas, más los aciertos innegables en el ámbito de los efectos especiales.