Solo se me ocurren dos motivos para que esta película se llame Blade: Trinity. El primero, que es necesario encomendarse a la Santísima Trinidad para verla y, el segundo, que el director consumió, al menos, tres tipos distintos de estupefacientes antes de llevarla a cabo.

Blade 3 es un zurullo apestoso que insulta a las, más que correctas, dos anteriores, y su género se encuadra, sin duda, en la denominada "comedia involuntaria".
No sé por donde empezar, desde la cara de palo de Jessica Biel que se pasa toda la película poniendo una expresión de estar haciendo algo muy serio; el lamentable Ryan Reynolds, que no hace más que soltar chistes penosos y que, encima, no nos hace el favor de morirse a lo largo del film; el hermano del prota de Prison Break, que se pasea pecho palomo por la calle dando mucha penita —especial mención a la escena de la tienda de los consoladores de vampiro—; o Wesley Snipes, que refleja tan pocas ganas en su personaje como podría presuponerse.

Realmente, estoy convencido después de ver Blade 3 que a Snipes le dieron a elegir un tiempo más tarde entre hacer Blade 4 o ir al talego unos años. No creo que podamos reprocharle su elección.