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Chile Chile · www.elotrocine.cl
Voto de Wladimyr Valdivia:
7
Thriller Un padre de familia comienza a cuestionar la moralidad de su trabajo en el ejército, donde trabaja como piloto de drones, desde los que dispara misiles a objetivos terroristas pero que matan a multitud de personas. (FILMAFFINITY)
27 de octubre de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Estados Unidos hay material de sobra para producir películas de guerra o basadas en ella. Tanto en producciones independientes como en realizaciones de mega productoras, ni los grandes directores se han mantenido lejanos de hacerse cargo de algún trabajo bélico, siempre sometidos al juicio del público sobre las intenciones por plasmar una u otra visión. Y es que la guerra siempre será un tema que dividirá, al menos, a dos fracciones de la población.

Ahora es el turno de Andrew Niccol, quien se aleja de la ciencia ficción tras “Gattaca” (1997), “Simone” (2002), “In Time” (2011) y “The Host” (2013) para dirigir “Good Kill” (Máxima Precisión), un drama que retrata la historia del Mayor Thomas Egan (Ethan Hawke), un militar de la fuerza aérea norteamericana que, contra su voluntad, ahora ejerce como controlador de aviones de guerra no tripulados, también conocidos como drones, que sobrevuelan el Medio Oriente eliminando a cualquier sospechoso de terrorismo –civiles incluídos- desde una cabina en un recinto militar en Las Vegas, a miles de kilómetros del objetivo.

Si bien no está basada en un hecho verídico particular, la realidad nos indica que desde el atentado a las torres gemelas bajo el Gobierno de George W. Bush y aprobada su continuidad por Obama, el uso de drones se ha convertido en la guerra del futuro, un arma imprescindible y certera que aún sobrevuela cielos sirios mientras escribo estas líneas. Niccol apunta a este tema y lo aborda desde una posición bastante neutral, centrándose en el drama humano que le significa a Thomas Egan pasar horas encerrado, acabando con la vida de “terroristas”, abuelos, mujeres y niños, como el mejor videojuego de shoot ‘em up, cargando con la culpa de sus ejecuciones, con su deseo de volver a pilotear, y la carga de esto al final del día al regreso a casa, junto a sus hijos a quienes poco ve y a su mujer (January Jones), cuya relación se cae a pedazos.

La expertiz del director es evidente en el manejo y la conducción de las emociones de sus personajes a lo largo de toda su filmografía. Esta vez, vuelve a confiar en Ethan Hawke para cargar con todo el peso dramático de la cinta, como un veterano de guerra hastiado de su presente y que vive a punto de estallar en llanto por los muertos que carga sobre sus hombros. La eterna dicotomía del militar norteamericano, plasmada en innumerables ocasiones en el cine, donde el carácter y patriotismo desatado se enfrentan a la pesadilla de la guerra cuando cierran los ojos, es tema recurrente y, en “Good Kill”, el histrionismo y talento de Ethan Hawke da sus mejores resultados.

Desde el Capitán Willard en “Apocalypse Now” (1979) hasta Chris Kyle en “American Sniper” (2014), el desequilibrio mental y el ocaso psicológico que significa llevar una vida dedicada a las armas y convivir de la mano con la muerte, en muchos casos de inocentes, este tipo de historias se han esmerado en contrastar esa dura realidad. “Good Kill” lo hace de manera sutil, con correctísimas actuaciones y una historia de lento transitar pero muy bien estructurada.

El juicio moral y las banderas no se extrañan en “Good Kill”. Las menciones al actual presidente de los EEUU y su permisividad con el tema, las ironías hacia el sector más republicano, o la mención que Vera Suarez (Zoë Kravitz) hace al preguntarse “desde cuándo nos hemos convertido en Hamás” son sólo algunos de los reclamos entre líneas que el director instala, aunque sin parcializarse hacia ningún arista.

El Estado de Guerra “de Prevención” como justificativo para una atrocidad sin nombre es lo que “Good Kill” nos presenta, con un drama personal como excusa. Una cinta que resulta a ratos monótona pero que sobrevive gracias a la claridad de su mensaje y las sobrias interpretaciones, poniendo a Zoë Kravitz como el personaje racional que le viene a devolver la humanidad perdida a Egan, a January Jones como la familia desbordada por el tedio y la incomunicación, y a EEUU como el malo de la película, no así al ejército y su personal, que para el país del norte seguirán siendo unas víctimas más del despreciable terrorismo.

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Wladimyr Valdivia
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