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Intriga. Thriller
El catedrático y afamado simbologista Robert Langdon (Tom Hanks) se ve obligado a acudir una noche al Museo del Louvre, cuando el asesinato de un restaurador deja tras de sí un misterioso rastro de símbolos y pistas. Con la ayuda de la criptógrafa de la policía Sophie Neveu (Audrey Tautou) y poniendo en juego su propia vida, Langdon descubre que la obra de Leonardo Da Vinci esconde una serie de misterios que apuntan a una sociedad ... [+]
17 de septiembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienzo hoy a comentar la primera película de una trilogía de la cual tengo que reconocer que solo he visto (y también leído la novela) esta parte, ya que me decepcionó tanto que no he tenido interés en visualizar el resto. El autor de los libros y guionista de las películas, Dan Brown, se hizo particularmente famoso con "El código da Vinci", al que siguieron con una menor repercusión mediática "Ángeles y Demonios" e "Inferno", de los que vuelvo a reconocer no he sentido la necesidad de profundizar en la historia. Como curiosidad sí puedo apuntar que la segunda obra "Ángeles y Demonios" es literariamente una precuela, mientras que en el Cine es una secuela temporal, lo cual es extraño y solo se explica desde el convencimiento de que la productora no estaba convencida del éxito de la primera parte y tuvo que esperar a los resultados económicos para confirmar la continuidad de la saga.
El éxito de libro y película es incuestionable. Aparte de las ventas del Best Seller, el film, con 125 millones de dólares de presupuesto, recaudó la friolera de 760 millones. Como negocio resultó redondo, resultando para ello imprescindible la publicidad involuntaria que las diferentes Iglesias (no solo la Iglesia Católica) realizaron del libro y del film.
Artísticamente creo que el tiempo ha puesto a ambos elementos (libro y film) en su sitio, dos productos de usar y tirar propios de la sociedad posmoderna. Las críticas fueron malas en su conjunto, de las que solo se salvó la B.S.O. de Hans Zimmer (nominada al Globo de Oro), coincidiendo casi todas ellas en que el libro (sin ser gran cosa) es infinitamente superior al film. La excesiva duración de dos horas y media (incluso existe una versión de tres horas) seguramente influyó en ello, aunque para paliar este hándicap se contase con la dirección de Ron Howard, quien con Apolo XIII ya había demostrado que era capaz de mantener la tensión del espectador durante todo ese tiempo. De poco sirvió su magistral dirección ante un producto tan volátil, valiéndole a título personal una nominación a los Premios Razzie como peor director del año. Afortunadamente para su prestigio tan indecoroso galardón recayó sobre M. Night Shyamalan y su obra La joven del agua.
El reparto contaba con dos buenos reclamos comerciales como Tom Hanks y Audrey Tautou, secundados por extras de lujo entre los que merece la pena destacar a Ian McKellen, Alfred Molina y Jean Reno. Sus interpretaciones no son ni de lejos lo peor de la película, siendo ese dudoso honor para un argumento atropellado que no se sostiene y que intenta contar de manera embarullada demasiados elementos que no terminan nunca de cohesionar. Siendo cierto que el libro te mantiene en tensión y esta bien hilado, al film se le ven las costuras por todas partes.
El controvertido argumento tiene por protagonista al catedrático Robert Langdon (Hanks) y la policía Sophie Neveu (Tautou) quienes se alían para resolver el asesinato de un restaurador, crimen que encubre un misterio aún mayor que puede suponer el final de la fe cristiana como tal. El Louvre, Leonardo da Vinci, Fibonacci y otras claves más conducen al Priorato de Sión, una sociedad secreta en la que solo unos pocos elegidos conocen el secreto mejor guardado de la historia de occidente.
El apunte espiritual tiene que ser por fuerza breve, ya que pocas cosas positivas se pueden sacar del film desde un punto de vista cristiano. Es cierto que la crítica constructiva debe ser encajada, pero mucho me temo que aquí no hay ningún tipo de crítica constructiva sino un ataque demoledor a los cimientos de la Iglesia y de la fe cristiana. Todo ello camuflado desde el buenismo y una supuesta tolerancia dominante en estas últimas décadas, pero en el fondo no se trata de otra cosa que de un fundamentalismo más, aunque en este caso sea ateo. Soy consciente de que se han escrito incluso libros para desmontar las teorías expuestas por Dan Brown. Mi objetivo en unas líneas no es tan ambicioso, me conformo con señalar algunos aspectos relevantes de tres conversaciones entre los protagonistas.
El primer texto digno de comentario es la exposición del problema, que mezcla temas apasionantes y con suficiente morbo para enganchar a cualquiera. El Santo Grial y los Templarios son una combinación perfecta para proyectar todo tipo de confabulaciones y corrupciones internas en la Iglesia. Este diálogo entre los dos protagonistas principales forma parte de esa trama:
El éxito de libro y película es incuestionable. Aparte de las ventas del Best Seller, el film, con 125 millones de dólares de presupuesto, recaudó la friolera de 760 millones. Como negocio resultó redondo, resultando para ello imprescindible la publicidad involuntaria que las diferentes Iglesias (no solo la Iglesia Católica) realizaron del libro y del film.
Artísticamente creo que el tiempo ha puesto a ambos elementos (libro y film) en su sitio, dos productos de usar y tirar propios de la sociedad posmoderna. Las críticas fueron malas en su conjunto, de las que solo se salvó la B.S.O. de Hans Zimmer (nominada al Globo de Oro), coincidiendo casi todas ellas en que el libro (sin ser gran cosa) es infinitamente superior al film. La excesiva duración de dos horas y media (incluso existe una versión de tres horas) seguramente influyó en ello, aunque para paliar este hándicap se contase con la dirección de Ron Howard, quien con Apolo XIII ya había demostrado que era capaz de mantener la tensión del espectador durante todo ese tiempo. De poco sirvió su magistral dirección ante un producto tan volátil, valiéndole a título personal una nominación a los Premios Razzie como peor director del año. Afortunadamente para su prestigio tan indecoroso galardón recayó sobre M. Night Shyamalan y su obra La joven del agua.
El reparto contaba con dos buenos reclamos comerciales como Tom Hanks y Audrey Tautou, secundados por extras de lujo entre los que merece la pena destacar a Ian McKellen, Alfred Molina y Jean Reno. Sus interpretaciones no son ni de lejos lo peor de la película, siendo ese dudoso honor para un argumento atropellado que no se sostiene y que intenta contar de manera embarullada demasiados elementos que no terminan nunca de cohesionar. Siendo cierto que el libro te mantiene en tensión y esta bien hilado, al film se le ven las costuras por todas partes.
El controvertido argumento tiene por protagonista al catedrático Robert Langdon (Hanks) y la policía Sophie Neveu (Tautou) quienes se alían para resolver el asesinato de un restaurador, crimen que encubre un misterio aún mayor que puede suponer el final de la fe cristiana como tal. El Louvre, Leonardo da Vinci, Fibonacci y otras claves más conducen al Priorato de Sión, una sociedad secreta en la que solo unos pocos elegidos conocen el secreto mejor guardado de la historia de occidente.
El apunte espiritual tiene que ser por fuerza breve, ya que pocas cosas positivas se pueden sacar del film desde un punto de vista cristiano. Es cierto que la crítica constructiva debe ser encajada, pero mucho me temo que aquí no hay ningún tipo de crítica constructiva sino un ataque demoledor a los cimientos de la Iglesia y de la fe cristiana. Todo ello camuflado desde el buenismo y una supuesta tolerancia dominante en estas últimas décadas, pero en el fondo no se trata de otra cosa que de un fundamentalismo más, aunque en este caso sea ateo. Soy consciente de que se han escrito incluso libros para desmontar las teorías expuestas por Dan Brown. Mi objetivo en unas líneas no es tan ambicioso, me conformo con señalar algunos aspectos relevantes de tres conversaciones entre los protagonistas.
El primer texto digno de comentario es la exposición del problema, que mezcla temas apasionantes y con suficiente morbo para enganchar a cualquiera. El Santo Grial y los Templarios son una combinación perfecta para proyectar todo tipo de confabulaciones y corrupciones internas en la Iglesia. Este diálogo entre los dos protagonistas principales forma parte de esa trama:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Robert.L.: "Pongámoslo de esta manera: un día los Templarios simplemente dejaron de buscar. Abandonaron Tierra Santa y viajaron directamente a Roma. Si chantajearon al papado o la Iglesia compró su silencio, nadie lo sabe. Pero es un hecho que el papado declaró a estos caballeros del Priorato, estos Caballeros Templarios, de poder ilimitado. Hacia el año 1300, los Templarios se habían vuelto demasiado poderosos. Demasiado amenazante. Entonces, el Vaticano emitió órdenes secretas para que se persiguieran simultáneamente en toda Europa. El Papa había declarado a los Caballeros Templarios adoradores de Satanás y dijo que Dios le había encargado a él limpiar la tierra de estos herejes. El plan salió como un reloj. Los Templarios fueron casi exterminados. La fecha era el 13 de octubre de 1307. Un viernes".
Sophie.N.: "Viernes 13".
R.L.: "El Papa envió tropas para reclamar el tesoro del Priorato, pero no encontraron nada. Los pocos Caballeros del Priorato supervivientes habían desaparecido y la búsqueda de su objeto sagrado comenzó de nuevo".
S.N.: "¿Qué objeto?".
R.L.: "Lo conoces como el Santo Grial".
Hasta aquí, como dice Langdon, todo es un mito casi ingenuo. Los dos protagonistas son almas cándidas que no manchan sus manos con ninguna crítica excesiva. Pero aquí entra en juego otro protagonista, Sir Leigh Teabing, que será de cuya boca salga todo la ponzoña posible contra la Iglesia. Sus palabras son un resumen de muchos tópicos antieclesiales y hacen las delicias de cualquier feminazi (las verdaderas feministas son otra cosa...) de la actualidad Algunas de sus lindezas son:
Sir Leigh Teabing: "El Buen Libro (la Biblia) no llegó por facsímil del cielo".
S.L.T.: "Y el que guarda las llaves del Cielo gobierna el mundo".
S.L.T.: "Siempre que ha habido un Dios verdadero, ha habido asesinatos en su nombre".
S.L.T.: "Y el cáliz se parece a una copa o vasija, o más importante, a la forma del útero de una mujer. No, el Grial nunca ha sido una copa. Es literalmente este antiguo símbolo de la feminidad. Y en este caso, una mujer que portaba un secreto tan poderoso que, de revelarse, devastaría los cimientos mismos del cristianismo".
Sophie Neveu: "¿Quién es ella?"
Sir Leigh Teabing: "Querida, esa es María Magdalena".
S.N.: "¿La prostituta?"
S.L.T.: "Ella no era tal cosa. Manchado por la Iglesia en 591 año del Señor. Pobrecita. María Magdalena fue la esposa de Jesús".
Para sostener esta delirante teoría se presenta al mismo tiempo un par de especímenes prototipos de la Iglesia más retrógrada, los cuales no dudan incluso en asesinar para guardar ese secreto. Monseñor Aringarosa y Silas son una proyección de los instintos más bajos encarnados en la vida religiosa y sacerdotal. Ni rastro de la verdadera fe o de la bondad del clero, que el autor oculta deliberadamente. Sin estos personajes su historia no tendría credibilidad, ya que introduciendo a estos abyectos sujetos consigue que se genere un rechazo visceral en el lector-espectador. Sutilmente, resulta evidente que cualquiera con un poco de sensibilidad se sitúe de parte de los investigadores, por muy ridícula que parezca su historia.
Finalmente, se desvela el misterio final y los dos protagonistas vuelven a charlar desapasionadamente, ya que el trabajo sucio de desacreditar a la Iglesia y sus 2.000 años de historia está realizado previamente por los protagonistas secundarios del reparto. El autor incluso se permite el lujo de dejar un poso de fe-creencia en ambos protagonistas, eso sí, una fe íntima y personalista alejada de la Institución que queda ya denigrada para los restos...:
Robert Langdon: "Sophie... tú eres el secreto".
Lo dicho, un libro/película hechos con dos propósitos que cumple con creces (generar dudas y sobre todo dinero, montañas de dinero...) y de la que uno sólo se puede vacunar leyendo mucha historia y documentándose bien.
Jaime Salado de la Riva
Crítica para Reflexiones cristianas: https://creoendios.blogspot.com/
Sophie.N.: "Viernes 13".
R.L.: "El Papa envió tropas para reclamar el tesoro del Priorato, pero no encontraron nada. Los pocos Caballeros del Priorato supervivientes habían desaparecido y la búsqueda de su objeto sagrado comenzó de nuevo".
S.N.: "¿Qué objeto?".
R.L.: "Lo conoces como el Santo Grial".
Hasta aquí, como dice Langdon, todo es un mito casi ingenuo. Los dos protagonistas son almas cándidas que no manchan sus manos con ninguna crítica excesiva. Pero aquí entra en juego otro protagonista, Sir Leigh Teabing, que será de cuya boca salga todo la ponzoña posible contra la Iglesia. Sus palabras son un resumen de muchos tópicos antieclesiales y hacen las delicias de cualquier feminazi (las verdaderas feministas son otra cosa...) de la actualidad Algunas de sus lindezas son:
Sir Leigh Teabing: "El Buen Libro (la Biblia) no llegó por facsímil del cielo".
S.L.T.: "Y el que guarda las llaves del Cielo gobierna el mundo".
S.L.T.: "Siempre que ha habido un Dios verdadero, ha habido asesinatos en su nombre".
S.L.T.: "Y el cáliz se parece a una copa o vasija, o más importante, a la forma del útero de una mujer. No, el Grial nunca ha sido una copa. Es literalmente este antiguo símbolo de la feminidad. Y en este caso, una mujer que portaba un secreto tan poderoso que, de revelarse, devastaría los cimientos mismos del cristianismo".
Sophie Neveu: "¿Quién es ella?"
Sir Leigh Teabing: "Querida, esa es María Magdalena".
S.N.: "¿La prostituta?"
S.L.T.: "Ella no era tal cosa. Manchado por la Iglesia en 591 año del Señor. Pobrecita. María Magdalena fue la esposa de Jesús".
Para sostener esta delirante teoría se presenta al mismo tiempo un par de especímenes prototipos de la Iglesia más retrógrada, los cuales no dudan incluso en asesinar para guardar ese secreto. Monseñor Aringarosa y Silas son una proyección de los instintos más bajos encarnados en la vida religiosa y sacerdotal. Ni rastro de la verdadera fe o de la bondad del clero, que el autor oculta deliberadamente. Sin estos personajes su historia no tendría credibilidad, ya que introduciendo a estos abyectos sujetos consigue que se genere un rechazo visceral en el lector-espectador. Sutilmente, resulta evidente que cualquiera con un poco de sensibilidad se sitúe de parte de los investigadores, por muy ridícula que parezca su historia.
Finalmente, se desvela el misterio final y los dos protagonistas vuelven a charlar desapasionadamente, ya que el trabajo sucio de desacreditar a la Iglesia y sus 2.000 años de historia está realizado previamente por los protagonistas secundarios del reparto. El autor incluso se permite el lujo de dejar un poso de fe-creencia en ambos protagonistas, eso sí, una fe íntima y personalista alejada de la Institución que queda ya denigrada para los restos...:
Robert Langdon: "Sophie... tú eres el secreto".
Lo dicho, un libro/película hechos con dos propósitos que cumple con creces (generar dudas y sobre todo dinero, montañas de dinero...) y de la que uno sólo se puede vacunar leyendo mucha historia y documentándose bien.
Jaime Salado de la Riva
Crítica para Reflexiones cristianas: https://creoendios.blogspot.com/