Más que reflejar las miserias de la política diría que es un retrato de la democracia. Se ve el sistema de pesos y contrapesos de Montesquieu, ni el mismo Presidente de los Estados Unidos es omnipotente y no puede imponer sus decisiones al Senado, también los juegos de mayorías en las escenas finales y todo lo que conlleva el sistema político en el que vivimos. Eso sí, como en todas partes el individuo quiere imponer su voluntad y por eso el juego sucio, las intrigas y finalmente el ataque personal.
Diría que los personajes de la película reflejan el sentir de la sociedad americana de la época, algo que se ha ido perdiendo a lo largo de estas últimas décadas. Y seamos sinceros, la sociedad no es buena por si misma. Lo que piense la mayoría no tiene por qué ser lo adecuado y lo correcto en todas las situaciones. Eso sí, ha de ser respetado ya que es el sistema que hemos aceptado y el menos malo de organizarnos. Así es como la propia sociedad americana es la que provoca todos los dramas que vemos en la película. Los secretos que sustentan la tragedia actualmente no se considerarían nada del otro mundo (o no deberían) pero en aquellos momentos revelar cualquiera de ellos les hubieran granjeado el desprecio social y perderlo todo. Ser negados por la sociedad y a consecuencia de esto de la política. Al fin y al cabo es muy difícil que el individuo no se vea sometido, al menos en parte, a la sociedad y sus imposiciones.
Otto Preminger es uno de los mejores artesanos de la realidad cinematográfica y lo refleja una vez más en este film. Podemos ver como los personajes se dibujan poco a poco y con una precisión quirúrgica. La tensión dramática que falta al principio de la cinta se ve compensada con la que reboza el resto de metraje.
Gran película, eso sin lugar a duda.