30.2 años de esperanza de vida.
99 % de posibilidades de padecer un accidente cardiovascular.
Pero un sueño para unos pocos elegidos, que se da una vez cada setenta años: alcanzar Titán, decimoquinta luna de Saturno.
Potentísima peli de Andrew Niccol (en cuya brevísima filmografía, tres obras dirigidas, cabría destacar El Señor de la Guerra, aparte de su algo más extensa faceta como guionista, entre otras, de La Terminal o El Show de Truman, a la espera del estreno de Dali & I: The Surreal Story), cuya estética se impone sobre un presupuesto que se adivina ajustado: la apariencia es, sin duda, "retro" (que repetirá Jude Law en Sky Captain), recreando un mundo futuro ¿cercano?, regido por la peor discriminación posible, el "genoísmo", en el que, a la manera de la novela de Huxley, Un Mundo Feliz, los humanos estarán clasificados y "marcados" por su genoma, por las virtudes o defectos genéticos que se les han conferido a la hora de ser engendrados.
Contra esto luchará Vincent Freeman (ojo al apellido), un "no válido" que buscará alcanzar su sueño haciéndose pasar por un "válido", por uno de esos ejemplares "genéticamente correctos", utilizando para ello, aparte de la fuerza y el espíritu de superación, al personaje de Law, Jerome Morrow, quien, a pesar de estar dotado de un ADN "pata negra", vio cómo su sueño de ser un héroe de la natación se queda en una trista plata, que le marcará para siempre. La dualidad entre estos personajes es la que mueve realmente la película, así como el esfuerzo del protagonista por superar a su hermano, perteneciente a la casta de los "elegidos". Pero la historia presenta bastante más que un mero debate bio-filosófico, y apuesta por adentrarse en el cine negro más clásico, con su trama policial, su chica y todos los elementos de un thriller convencional; esto es lo que me ha parecido realmente más original, esa mezcolanza de géneros que revalorizan lo que por sí ya sería una buena peli de ciencia-ficción.
Aparte de las talentosas interpretaciones de Uma, Hawke y Law, es destacable la música de Michael Nyman y la fotografía del polaco Slawomir Idziak.
En definitiva, una peli que gana con el tiempo, y que permite reflexionar sobre algo tan peligroso como la manipulación genética.