Qué horror, señores; ¿cómo, a pesar de haber visto cientos de pelis semejantes, uno puede caer en la tentación masoquista de sentarse en el sofá de casa a sufir otro ataque a la inteligencia? Aquí el tal Owen Wilson, un graciosillo de estos profesionales que campan por las Américas cinematográficas, protagoniza una ¿comedia? tan tan ligerita y tan tan manida que dan ganas de que Alex Frost traspase las fronteras cuánticas del cine y, transmutado en su papel de Elephant, se cargue a todo bicho viviente que transite por este atentado al más mínimo sentido común.
La cosa no tiene desperdicio, o mejor dicho, todo son desperdicios: los típicos adolescentes víctimas de bullying, horrorosa palabra de moda que designa el acoso de toda la vida, deciden recurrir a contratar un guardaespaldas, dando para ello con el tipo del título, el tal Drillbit Taylor (vamos, que se rompieron la cabeza a la hora de ponerle el nombre a la peli, aunque la verdad el título español también se las trae), un homeless sin oficio ni beneficio que al final resulta ser poco menos que un santo, entre una sarta de disparates sin fin.