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Estados Unidos Estados Unidos · New York
Voto de Lucien:
8
Ciencia ficción. Thriller Un hombre descubre a través de sus prismáticos a una preciosa joven e intenta encontrarla en la profundidad del bosque. De repente, un individuo armado con unas tijeras y la cara vendada lo ataca por la espalda, a pesar de lo cual consigue huir y llega a un laboratorio científico situado en mitad del bosque. Allí, una máquina le ofrece la oportunidad de realizar un viaje extraordinario, un viaje en el que la posibilidad de encontrarse a ... [+]
8 de junio de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo el decepcionante panorama de cine patrio de los últimos años, es lógico saludar este ejercicio de Nacho Vigalondo con los brazos abiertos.
Sin embargo, creo que buena parte de razón tienen algunas críticas. Sintetizando un poco, el mayor defecto del filme proviene , paradójicamente, de su mayor virtud. El director ha erigido una película basada en un guión perfectamente ensamblado, tanto que condiciona la psicología de personajes y constriñe en exceso la actuación. Es este el motivo de que los protagonistas parezcan marionetas y en tanto en cuanto a marionetas, ofrezcan una muy débil psicología. El planteamiento es simple: Héctor (interpretado por Karra Elejalde) ve a una mujer desnuda desde su casa adonde se ha mudado recientemente con su mujer. Sintiendo curiosidad, se interna en el bosque y es agredido por un hombre enmascarado del que huye llegando a un laboratorio donde se experimenta con los viajes en el tiempo.
Lo más señalado del film es que Vigalondo señala una cualidad no del todo bien rematada en Zemeckis. Como decía Rilke: "el pasado es ley" y Vigalondo construye una serie de viajes en el tiempo donde el protagonista se limita a encajar las piezas: no actúa por impulso, no desordena nada que no estuviera al comienzo. No es Marty McFly, ni el George de "El tiempo en sus manos". El viajero del futuro no modifica nada: se limita a obedecerlo. He aquí un giro extremadamente ingenioso en el planteamiento del viaje temporal, ya que Héctor se limita a cumplir un destino ciego del que él mismo es causa y efecto: el protagonista reproduce un pasado para cumplir un futuro. Ya solo la construcción argumental de esta idea tiene suficiente valor como para apreciar la opera prima de Vigalondo.
Por supuesto, se pueden mejorar ciertas cosas: el montaje, la propia interpretación deficitaria del director, una banda sonora mal ensamblada y pobre, la artificialidad efectista de los giros en el desarrollo, la débil construcción de ese cordero sacrificial que interpreta la Goenaga... pero, a pesar de ello, queda una obra coherente, donde además hay detalles valiosos. Así, por ejemplo, la evolución de Héctor, desde la sorpresa, la pasividad mecánica hasta un dominio de la situación, motivada por el conocimiento de los engranajes del pasado, está llena de una enorme lógica (tal vez algo robótica, pero válida).
Y el final, notable: con el matrimonio protagonista contemplando en mitad de la noche una extensión tan incierta como el futuro ya libre de destino que se les presenta.
Lucien
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