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España España · K-PAX
Voto de PROT:
9
Drama. Intriga En 1964, en una parroquia del Bronx, un apasionado y carismático sacerdote, el padre Flynn (Seymour Hoffman) intenta cambiar las rígidas normas del colegio, que durante años han sido celosamente salvaguardadas por la hermana Aloysius Beauvier (Meryl Streep), una estricta directora que cree firmemente en el poder de la disciplina. Soplan vientos de cambio político; prueba de ello es que el colegio ha aceptado al primer alumno negro, ... [+]
24 de enero de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de suponer que a muchos de los que llegaron al final de la obra de Shanley, director a la sazón de otras películas para olvidar, les apetecía conocer de primera mano la culpabilidad del padre Flynn o el error en las suposiciones de la hermana Aloysius. Y es que las personas necesitamos de certezas para encontrarle sentido a un mundo que ya de por sí tiene mucho de volátil.
Por cuanto a las certezas, es una certeza que el color de LA DUDA consigue una ambientación fantástica, con esa luz marrón de hojas secas de abrigos de cheviot y tintes setenteros, y es una certeza que Philip Seymour Hoffman está entre los tres mejores intérpretes de las nuevas hornadas y que la Streep lo está entre las tres mejores de todas las épocas.
Por cuanto a lo de los sentidos, tiene mucho sentido que se optara por el rubio y orondo actor neoyorkino, cuya credibilidad a prueba de bala le hizo conseguir un óscar metido a la piel de un homosexual como Truman Capote y cuya ambigüedad personal le hace perfecto para insuflarnos dudas hasta el fondo del alma. Y tiene mucho sentido que se eligiera a la simpatiquísima Meryl para dar vida a la estricta superiora Beauvier, porque no creo que en otra hubiésemos encontrado algo de humanidad detrás de tantos kilos de rigidez y porque seguro que a ninguna le hubiéramos perdonado en el futuro el recuerdo de ese rictus afilado bajo la cofia y los berridos de chivo loco al principio de la cinta.
Johann Wolfgang von Goethe, el hombre con el coeficiente intelectual más alto de que se tiene constancia, pedía a sus contemporáneos que le beneficiaran con sus convicciones y se guardasen sus dudas. "Que dudas tengo las mías", decía.
Johann Wolfgang von Goethe pedía convicciones y las personas necesitamos de certezas, pero yo pienso que las dudas nos mantienen alerta. Y con independencia de que el padre Flynn no fuese más que un sacerdote de temperamento primaveral buscando sólo hacer el bien o de que fueran fundadas las sospechas de la hermana Aloysius yo me quedo ahora con LA DUDA, que la voy a intentar cubrir de certezas y sentidos con lo que tengo dentro.
Que nadie me garantiza que hay Dios y no me hace falta y que tampoco me apetece hoy el beneficio de las convicciones.
PROT
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