En un tiempo en el que proliferan acróbatas, volatineros, deshollinadores, ropavejeros y socorristas que la han liado parda, que hoy parece que todos la hemos liado parda, sólo se puede decir que la Canción de Navidad de Charles Dickens, el cuento de Míster Scrooge y los tres espíritus, la lió parda. Porque, además de las incontables versiones que de la más navideña obra del escritor inglés se hicieron, incluyendo la reciente y soporífera y megatecnológica de Robert Zemeckis, tampoco son escasas las ramificaciones que del potente y moralizador tronco de A Christmas Carol han nacido. FAMILY MAN, por supuesto, a ritmo de La Donna È Mobile, es una de ellas.
Durante los prolegómenos de una Nochebuena fría y nevada, Jack Campbell, exitoso tiburón de Wall Street convertido a la sazón en buen samaritano, es avisado por un emisario celestial de que va a protagonizar una visión. Una visión a lo largo de la cual, convencido de que lo tenía todo, Jack va a llegar a la descarnada conclusión de que no en el dinero está lo grande.
Yo no daría mi huevo izquierdo por Téa Leoni, a la que no veo capaz ni encuentro atractiva, pero me gusta Nicolas Cage como el tiburón evolucionado y Piven como el amigo fiel. Me encanta Don Cheadle, como siempre y como no podía ser menos, me sosiega Saul Rubinek, que está pidiendo a gritos una peli de koalas, y me apacigua constatar que no hay historia de pascua y de magia que se precie que no cuente con la música del pardo de Danny Elfman