Y el tío en cuestión se nos dice que tenía cuarenta y tres años. Todos los personajes se comportan como unos gilipollas integrales, es como si fuera una máxima no escrita de este género: si no, el 80% de los slashers no existirían, porque hacer una película de estas características con gente normal es tarea muy complicada.

¿Quién puede matar a dos ancianos? Nadie, ¿verdad? De esta sensibilidad es de lo que se aprovecha esta película, trufada de lamentables y archiconocidos clichés que atentan contra el buen gusto y el sentido común.

Las frases lapidarias e indirectas son de muy mal gusto, sin gracia ni ingenio, que apelan al instinto destructor más primario, cazurro e inconsciente de los adolescentes -al estilo del videojuego más nocivo y descerebrado- que son los únicos que podrían disfrutar de esta película.

Es por todo ello por lo que la mejor o la menos mala es la parte del largo prólogo, en la que aún no se sabe qué va a pasar o de qué modo, en el que se mantiene una cierta intriga, en la que hasta hay un par de reflexiones de carácter socarrón acerca de la libertad sexual y la naturaleza femenina (desde luego lo mejor de la cinta). Luego deriva en una carnicería muy penosa y ridícula, porque los personajes han de volverse de lo más idiotas (por exigencias de un nefasto guion) para prestarse a ella y para que pueda haber película.

Por otro lado el argumento es de lo más delirante, a esas alturas uno ya no está para esos trotes (me estoy refiriendo a los octogenarios ejecutores) y de lo único de lo que se preocupa es de llegar a tiempo al cuarto de baño, no de estar masacrando a nadie. Si ahí es donde radica la originalidad de la que muchos hablan...