siempre pasa eso, que el protagonista que está con la mierda al cuello (nunca mejor dicho) siempre se acaba librando mágicamente del más mínimo indicio de culpabilidad por cuatro artificios que inculpan a otros, que no pueden desmentirlo porque ya están muertos (lo cual sería una considerable revisión de la conocida expresión, que pasaría de 'cargarle el muerto a alguien' a 'cargarle al muerto algo'). Los mismos son narrados en off apresuradamente, en apenas dos minutos como si tuvieran miedo de que si el espectador lo analiza durante unos minutos más, lo desmonte todo.

Pero no me lo toméis en serio, porque tan solo es una rutinaria observación, que castiga al filme un poquito solamente; sería absurdo sujetarse a eso para punir más de lo necesario a un filme entretenido, que se deja ver, cuyo atractivo resulta en el peculiar estilo, inherente a su denominación de origen; -la diferencia no atiende a demasiadas cuestiones racionales, pero se nota que existe, que está ahí.

Alcanza para posibles reflexiones en el espectador de la existencia de la belleza en la fealdad o viceversa, y para en efecto, echarse unas risas con algunas escenas, que veo que es algo que no todos terminan de compartir, con cuyos testimonios, por cierto, me he reído. Es especialmente el caso de la crítica de VALDEMAR, independientemente de lo que os haya parecido el filme, echadle una ojeada; a mí la peli me ha gustado pero me he partido el culo con su crítica. Pero volviendo a lo que quería manifestar: ¿quién dijo que todos los thrillers tienen que ser superserios y no puedan incluir una pizca de detalles visualmente disparatados, que supondrán jolgorio, pero que ojo, no incurran demasiado en la violación de los principios del sentido común como es el caso?