Llena de situaciones forzadas al límite, trata de crear situaciones más de drama en el que lo sentimental acabe pesando más que lo criminal, que de thriller de acción puro y duro (lo cual para nada es una mala característica). El caso es que fracasa estrepitosamente porque uno tiene la sensación de que tanto el guionista como el director andan completamente perdidos, y como no saben muy bien qué es lo que quieren hacer, acaban sacando a relucir sobre la pantalla auténticos disparates, aliñados con recursos propios de otras películas en las que los responsables no tenían demasiadas ganas de pensar, y tiraron por lo fácil (logrando impresiones y resultados mejores al no ser pretenciosos). Y ver eso reflejado en una película así es imperdonable, no tiene ningún pase más que nada porque resulta ridículo e inverosímil.

Muchos la valoran con relativa aprobación porque actúa Jean Reno, que sí, es un gran actor capaz de intensificar la expresividad en sus películas, pero por desgracia eso no supone que una cinta en cuyos créditos aparezca su nombre sea automáticamente buena.

En esta película las torpezas se suceden en todos los ámbitos, desde las escenas de acción, que están rodadas con suma ineptitud; el director no para de mover la cámara y hacer enfoques demasiado cercanos, lo cual impide que puedas distinguir algo en la escena y disfrutar absolutamente de nada, hasta las libertades dentro de los parámetros de la lógica que se toman, como presentar a un malhechor que anda suelto y mata a todo el mundo con total facilidad y absoluta impunidad, que todos (la policía, los malos) saben quién es, pero nadie puede pararle los pies (especialmente la policía, que vale que no se tengan pruebas, pero es que lo que se muestra en esta película llega a pasar lo escandaloso, además que no se detiene siquiera en ofrecernos una explicación de como exactamente evade a la justicia).