La única conclusión coherente que se puede extraer de la película es que a un hombre acongojado la vida le va a dar muchos reveses. Como retrato, el de una persona cuya inseguridad en sí mismo le lleva a cometer estupideces. Pero tan intrigante pintaba la cosa que pasan los minutos y el perro es el único tema que está presente. Que si muerto, que si sin cabeza, que si ahora salió vivo corriendo, que si lo enterré, que si vamos a buscarlo ahora pegando carteles después... Vale que se nota que el tío pueda estar tocado y comience a hacer cosas raras, pero que Ana Duato que a los 27 años es ya una madre total, de las que hacen bocadillos y despachan a los niños mandándoles a la cama con severidad le siga el juego? Por favor... Luego una sucesión de varios sucesos absurdos derivan en un final brusco y precipitado.

De este modo, entre juegos de hacer el tonto y planos que son supuestas metáforas cargadas de profundidad, transcurre un metraje que si bien es entretenido no te lo crees ni por puro asomo. Cuando Valero fue a pegar carteles justo debajo de los de la chica desaparecida en serio que no se preguntó sobre el grado del ridículo que estaba haciendo? Y anda que pegarlos en el centro comercial donde está el veterinario que lo sacrifico... ¡menudas luces!