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Voto de El Extranjero :
4
Drama Un análisis sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su dictadura. Howard Beale, veterano presentador de un informativo nocturno, es despedido cuando baja el nivel de audiencia de su popular programa. Sin embargo, antes de abandonar la cadena, ante el asombro de todos, Beale anuncia que antes de irse se suicidará ante las cámaras, pegándose un tiro en directo en ... [+]
18 de abril de 2018
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al irregular ritmo habría que sumar el hecho de que ciertas aportaciones a la trama son un delirio. Tampoco me entusiasma la excesiva frivolidad con la que es representado el mundo de los altos cargos de la TV, varias caracterizaciones así como escenas son propias de villanos de tebeo. Aunque tengo que admitir que estos personajes de por sí no me resultan atractivos, lo cual quizás deriva, en un rechazo automático hacia sus discursos cargados de frivolidad. Ojo, no digo que sean malas actuaciones.

El espíritu que irradia esta película me incita a apodarla como la 'El lobo de Wall Street' de los 70, aunque anticuada (más allá de la redundancia), hortera, con menos gusto, moral y principios aún (puede que esa impresión se me antoje debido a que los malos poderosos enuncian sus pretensiones de una forma muy explícita y tajante, mientras que los de Scorsese durante la mayor parte del metraje parecían más niños traviesos y con sentido de humor). Toda esa especie de caos y idiotez que pululaba en el filme de Scorsese aquí también contrasta con la rigurosa y extrema obsesión por ganar dinero hasta límites enfermizos (Lumet lo ilustra bien cuando Dunaway practicando sexo con su amante grita entre gozo y gozo sus ambiciones y quebraderos de cabeza relacionados con la programación, ¡eso sí que es llevarse el trabajo a casa!). Paralelamente, "Nadie cuelga el teléfono hasta que el cliente compra o muere", una de las principales consignas de la manada de Belfort se puede perfectamente extraer al escenario de esta película adaptando los términos.

Como un defecto particular, al principio parece que la película se quiera centrar exclusivamente en el fracaso de un hombre, sin hacer referencia ni recrearse en el pasado, tiempos prósperos, ni en el futuro (que para que el motor del guión carbure ha de ignorarse o dar por sentado que equivaldrá a obvia y clamorosa desdicha, como si hubiera muerto).

Cuando fruto de su crispación vuelve a alcanzar la popularidad, de manera irremediable, la airada esencia de descontento que originó un show inspirado se pierde por lo que se convierte en un payaso de la tele más, que con el tiempo también pierde el público. La abrumadora verdad sobre la TV, que nada en ella es verdad, que sólo busca entretener a cualquier costa y que la gente pasa a pensar que la realidad es la TV, olvidándose de que son ellos, los propios espectadores, es el mejor momento de la película sin duda, pero es que el aclamo de sus posteriores idioteces no es creíble. A ver, gente que hace el idiota en la TV la habrá siempre, por suerte o por desgracia pero es que los tornillos que le faltan a este tío son demasiados. Ahí a Lumet se le fue un poco la mano.

Aciertos: la relación del amigo de Howard con Dunaway, de lo más interesante del filme.

-El descubrimiento de la verdadera cara de la comunista negra, de humilde revolucionaria concienciada a déspota y flagrante sicaria del capitalismo más desmedido (brillante la escena cuando gritaba con pose de jerarca poderosa, repleta de rabia, que el programa de Howard perjudicaba el seguimiento del suyo). Solo hicieron falta unos cuantos billetes para hacerla ver que el dinero, y por ende, el reconocimiento, el prestigio y la popularidad, -lo cual creo está en la naturaleza de todos (la humana), perseguir con mayor o menor fervor,- estaba en el otro lado y era ella la que estaba en el equivocado. He aquí una buena explicación de lo equivocada que es la concepción del comunismo puesto que la ambición es algo que nos mueve a todos. El ámbito laboral es un buen, de hecho, el idóneo escenario para darle rienda suelta, pienso que es hasta productivo. Imponer la igualdad absoluta es obstruir de manera antinatural ese instinto. ¿O es que hay alguna persona que no anhele nada a nivel personal, dejando al margen las relaciones afectivas?
El Extranjero
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