Esta segunda vez me gusta algo bastante menos, se pierde el encanto del primer visionado, de ese cosquilleo de no saber lo que va a ocurrir. Las caóticas escenas de acción (aparte de que el director se pasó todo el rodaje bien mamado había ciertas complicaciones como la difícil comunicación con los extras (buena parte de la peli se rodó en Yugoslavia) o la escasez de medios, ¡solo había tres tanques disponibles!, por lo que en la sala de montaje se hicieron auténticas virguerías para entregar algo mínimamente potable) dan la sensación de estar rodadas en stop motion, se ven rudimentarias, sin tomas fijas, con saltos de escenario a cada segundo, poco realistas, de pega (apuñalan a uno y no se ve sangre, prácticamente no hay ninguna en la que las balas dejan rastro de impacto...). Aparte de no enterarte de nada, llega un momento en el que agotan: tanque girando, explosión en un lado, en otro, otros ocho o nueve fogonazos de explosiones más y no se distingue ni quién las ejecuta, ni quien las recibe, de repente hay gente corriendo, se disparan no se ve adonde, tanque girando... Por otro lado la evolución de los hechos es deslavazada, la ubicación de Steiner y los suyos brinca y el concepto de distancia da la sensación de ser un tanto relativo y capcioso (por ejemplo, en la penúltima escena, la famosa de '¡Steiner, demarcación!' no me queda claro si vuelven de a tomar por culo o si estaban a cuatrocientos metros). No obstante deja un buen sabor de boca porque el final es realmente emocionante, un cierre abrupto, pero en todo lo alto.

El protagonista, un determinante Steiner (buen James Coburn) es el valiente jefe de pelotón, un tipo que desprecia el ejército como bien lo hace ver: "Que me tratéis mejor no quiere decir que no os odie como a los demás", pero sí le gusta el campo de batalla (vemos como se niega a quedarse con la mujer que lo ha acogido, e imperioso, quiere volver en cuanto se ha recuperado; echa de menos a sus compañeros de batalla, a los que cree ver por todas partes, y está claro que es un hombre de acción).

Y enfrente tenemos a un tipo que es todo lo contrario a él, un tipo mezquino, despreciable y que se nota a la legua que es un cobarde y un completo inútil. Peckinpah lo retrata bien en la escena en la que hay un ataque a la base. Stransky (así se llama el tarugo en cuestión) se cae al suelo en lo que se hace un pequeño corte y tiene la desfachatez de manifestar por teléfono que se encuentra 'herido' cuando hay gente alrededor que está cayendo masacrada ante su inoperancia.

Desde el principio entre ellos se crea una animadversión evidente porque Steiner enseguida lo cata (da la impresión de que es un hombre que enseguida lee a las personas, le vemos como pone paz en la borrachera que hay una noche en su pelotón, la noche del cumpleaños, anima el ambiente para que sus hombres lo pasen bien, pero él se mantiene al margen) y se percata de sus intenciones (me encantó el momento cuando le pregunta, "¿Quieres una cruz de hierro?, toma aquí tienes una", se quita la suya y se la arroja a la mesa). En la escena con las rusas también hace gala de su integridad moral.

*Comentar que en el primer visionado, hará como cinco años el conflicto me pareció más profundo y significativo, esta vez sentí que no lo he vivido con tanta intensidad, pero insisto en que el desenlace corona.

*Respecto al hecho de que se obvie la inclinación ideológica de los implicados personalmente no lo considero ni grave ni molesto, la prioridad sería limitarse a mostrar un agónico contexto bélico, sin detenerse en implicaciones políticas.