Al menos el comienzo es directo. A través de un montaje cortante el espectador es testigo del detonante de la magna masacre posterior cuidadosamente dosificada a lo largo de los 100 minutos (a ver, como tenemos siete trozos de carne para desmenuzar pues hacemos... que uno muera más o menos cada 20-25 minutos en la primera mitad e incrementamos la frecuencia a fiambre por 15 minutos en la segunda). Y este no es otro que el consecutivo rechazo de las cinco chicas más guapas a la proposición del futuro homicida (antaño gafas de culo y piñata de roedor) a un inocente baile en una fiesta de fin de curso infantil. (Hago un aparte y es que ya hay que tenerlos cuadrados para que después de ser rechazado por la chica más guapa pedírselo a las otras cuatro de manera seguida.)

Entonces tras trece años llega la venganza en forma de ejecuciones idiotas (porque no hay mejor idea que huir de un asesino escondiéndote en sitios cerrados, sin escapatoria), imposibles trucos de escapismo (la chica que está en un jacuzzi de espaldas a la puerta, despierta al oír esta cerrarse y ve una flor en el bordillo de enfrente con el asesino dentro de la estancia, o planos de una puerta que hace aparecía cerrada y al instante siguiente está abierta y la protagonista obviamente no se da cuenta).

Este asesino tiene el don de la ubicuidad, es como si atravesara las paredes, mata donde quiere y nadie nunca se entera ni oye ni ve nada, el decorado siempre ayuda. Tampoco pueden faltar las consabidas rencillas que afloran (siempre en el momento menos adecuado) entre adolescentes por dolorosos traumas pasados, así como una curiosa asimilación de la creciente tasa de mortalidad que de repente se va produciendo en su entorno. La primera como que impacta mucho a todos, cuando llega la tercera o la cuarta se da como por asumido. Acerca del reparto poco que decir, la que más me llamaba era una jovencísima Katherine Heigl pero se la cargan a los cinco minutos. Las demás actúan mal y encima no se desnudan, vamos que no hay por donde coger esta película.