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Voto de El Extranjero :
6
Drama Martín Echenique (Federico Luppi) es un director de cine argentino que lleva más de veinte años viviendo en Madrid. Detesta su país y se niega a recrearse en la nostalgia. Su hijo, al que todos llaman Hache (Juan Diego Botto), tiene 19 años y vive en Buenos Aires con su madre. Ni estudia ni trabaja; callejea y toca su guitarra eléctrica. Después de cinco años sin verse, vuelven a encontrarse en Buenos Aires cuando Hache sufre una ... [+]
6 de febrero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gente puede perdonar un insulto pero en ningún caso una verdad. El amor no es para cobardes, ni para el que busque una existencia cómoda y relajada (los cincuenta, creo que decían, es la línea roja, a partir de ahí se empieza a priorizar la soledad), sin sobresaltos.

Buen estudio de personajes. Una película íntima y personal. Pero siento que ya no me gusta, o si lo hace, es en bastante menor medida. Creo que tenía idealizado el recuerdo del primer visualizado que tenía de ella, a los dieciocho años, probablemente me fascinaría ver a alguien meterse tres rayas de cocaína con tanta fruición y descaro como lo hace aquí Cecilia Roth, o amanecer en una tumbona rodeado de botellas de alcohol. Ahora también le encuentro más fallos, ni se entiende la relación tan cercana entre Dante (Poncela) y Hache (Botto) si hace cinco años que no se veían (el chico tendría catorce por aquel entonces, un completo crío), ni ese amor que Martín (Luppi) dice profesar por su hijo (cinco años de distancia a excepción de diez días por año). Vale, dijimos que Luppi lo profiesa en silencio, pero aún así, no encaja.

Película teatral, en la que las cosas suceden con precipitación (Botto repite una y otra vez que le gusta vivir con su padre, ¿cuándo ha tenido tiempo?), la gente se coge un cariño intenso en cuestión de minutos (ya dije que no entiendo que le hablan a Hache como si lo conocieran de toda la vida).

Hay un discurso tolerante acerca de las drogas, hecho desde una posición social privilegiada, se defiende como herramienta con la cual que los rebeldes conscientes abren su mente, Dante dice que la emplea para ello, pero las evita lo máximo posible, ya ha sufrido debido a ellas. Luppi pasa olímpicamente (es un hombre de edad, con las cosas claras, ni busca evadirse de la realidad, ni mucho menos 'abrir su mente'), al chaval le interesan porque son una fuente de placer asociadas al encanto de lo marginal, lo prohibido, quiere experimentar. Roth, la adicta, no soporta el mundo si no está 'volando'.

Me gustó la argumentación pragmática de Luppi sobre el trabajo, la única forma de no sentirse explotado es encontrar algo que te guste, así te van a pagar por algo que te gusta hacer y no vas a sentir que estás trabajando.

Luppi se mete con su mujer porque no soporta sus idas de olla, él es demasiado serio, viejo, huraño y cansado, vive en la tierra, no de las ilusiones. En el fondo los quiere a todos, pero no sabe demostrar ese amor, o mejor dicho no cree en la necesidad de anunciarlo de forma explícita. Probablemente es por orgullo, pero comparto un poco esa filosofía, a buen entendedor, lo obvio satura, aburre. Por otro lado es celoso de su intimidad, no desea sentirse agobiado, necesita sentir que dispone de su espacio, así se ha acostumbrado y no puede permitirse perder eso (Roth insiste en que vivan juntos, pero no quiere). Le sale más natural sacar a relucir su hiriente sarcasmo, salido de su vena intelectual más arrogante y presuntuosa. Con su forma de ser, encerrado en su hermetismo, en ocasiones hiere a las personas que supuestamente quiere.

Dante (Poncela practicamente se interpreta a sí mismo, tiene muchas cosas en común con su personaje) no tiene familia, se sabe huérfano en comparación con los demás, pero ya es adulto, lo asume y tiene las cosas claras, no se engaña, no es ningún iluso ni un idiota. Pero su naturaleza es traviesa y rebelde, es por ello por lo que tiende a apoyar a los rezagados, a los sensibles, a los espíritus diferentes (él también es todas esas cosas), a los que no encuentran su lugar en el mundo. Quiere a Martín de mucho tiempo, pero conoce demasiado bien su forma de ser y sus defectos, sabe que no pasa nada, prefiere situarse del lado de los inseguros y soñadores (además se siente más identificado). Su antológico discurso sobre la sexualidad y el 'hay que follarse a las mentes', hoy día lo asimilo más a la capacidad de influenciar a la otra persona, de ser un embaucador, cierta forma de manipulación.

Cecilia Roth podría ser el reverso femenino del Alain Leroy de 'El fuego fatuo', salvando las distancias evidentes. Siente que la vida se le escapa, se da cuenta de la imposibilidad de capturar los momentos, desconectada de su círculo amistoso (Poncela se parece más a ella y la habría dado todo el amor que ella necesitaría pero no fueron creados el uno para el otro, es gay -por otro lado creo que es más fácil regalar amor siendo consciente de que no tienes ni tendrás ninguna responsabilidad afectiva con la persona en cuestión, no hay presión, ni involucración emocional, claro, así es mucho más fácil-) y consciente de que sus días de gloria quedaron atrás. Mermada por la cantidad de romances anteriores frustrados, demanda atención y cariño que su pareja se resiste/no sabe darle. Ella ya lo sabía que por la diferencia de edad no iban a durar mucho. Solo la droga no la engaña (pues le da lo que promete, ese efecto del subidón, de extasis momentáneo), se siente atraída hacia hombres que no la quieren de la manera que ella necesita, su personalidad es desgarrada y desaforada, romántica y poco racional, y vive bajo una necesidad constante de evadirse de una realidad que la ahoga y la sobrepasa.

El Hache en cuestión, por el que aquí todos se rasgan las vestiduras y se parten la camisa, se pasea como alelado, en su mundo. Tiene todas las facilidades para prosperar, pero irónicamente no quiere. Como viene siendo más habitual de lo que nos creemos, dios le da pan a quien no tiene dientes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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