Por supuesto que nada de lo que pasa por la pantalla tiene visos de realismo (la insistencia con la que la policía busca a la niña desamparada, volviendo una y otra vez al lugar y sospechando que las prostitutas la puedan tener retenida (¿?), el retrato que se hace de este gremio, dando a entender que es un oficio que va pasando de generación en generación como otro cualquiera, sin más, con la transparencia y cotidianeidad de un negocio familiar anodino como otros tantos), pero lo peor es el cierre, completamente innecesario e incoherente. A la autora del guión la gustaría que sus imágenes tuvieran mayor fuerza narrativa y que perdurasen con intensidad en el recuerdo del espectador, pero para mi gusto todo es un tanto acaramelado, estereotipado y obvio, buena prueba de ello es la última secuencia, una blandita metáfora más propia de una película dirigida a los más pequeños de la casa. Previamente se abordan bastantes problemas, pero ningún tema recibe una profundización digna, las subtramas son expuestas por encima y con prisas, y son cerradas de forma abrupta y gratuita. A modo de una serie televisiva, vamos. Lo único bueno que ofrece es el duelo interpretativo de las veteranas protagonistas, plagado de negrura y desencanto.