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Voto de AriasGSergio:
6
Intriga. Drama En 1947, Holmes vive retirado en una remota granja de Sussex con un ama de llaves y el hijo de ésta. Cumplidos los 93 años, su memoria y su capacidad intelectual empiezan a deteriorarse. Su rutinaria vida se limita al cuidado de su colmena, a la escritura de su diario y a la lucha contra su pérdida de facultades. De repente, se le presenta un caso desconocido hasta el momento. (FILMAFFINITY)
15 de noviembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo conoce a Sherlock Holmes. En su versión literaria, macarra (el de Robert Downey Jr. y Guy Ritchie) e introspectiva (Benedict Cumberbatch). Pero muy pocos saben del retiro espiritual que paseó de la mano junto a sus últimos días. De ese éxodo urbano al que se sometió personalmente cuando los casos sin resolver, las manchas en los zapatos de los transeúntes que indicaban qué había cenado hace dos semanas y la vida estaban al otro lado del andén.

En su obra ‘La soledad de los moribundos’, el sociólogo Norbert Elias narra con dolorosa exactitud el tratamiento que se le dispensa a la tercera edad en nuestras sociedades actuales. Una de las conclusiones es que la vejez no combina cromáticamente con lo cosmopolita, por lo que la recluimos en centros deshumanizados y burocratizados. Así involucionamos como personas puesto que en la Antigüedad los más mayores ostentaban la cúspide jerárquica en la organización. El director Bill Condon sabía de nuestros reparos a visitar a un pariente anciano recluido, por lo que verlo durante 104 minutos podía ser su verdugo. Desde el propio cartel del largometraje se enseña la versión más joven y resuelta de Holmes del filme (siendo la que menos aparece), cómo si así nos invitase más a querer verle. Ahí aparece el joven intérprete Milo Parker. Su enérgica y curiosa actitud ante la vida coincide en pantalla con la decrepitud y el ocaso virtuoso de un genio. La hoguera casi extinguida de Holmes agradece ese bisoño madero de leña para arder esplendorosamente por una última vez. La química entre actores y entre protagonista y director (McKellen lideró la mejor película en la filmografía de Condon, ‘Dioses y monstruos’, también un biopic producido por la BBC) terminan estando muy presente en el filme.

Resuelta la incomodidad inicial, el resto del metraje es un elegante y tenue drama sobre la vejez, que es tan avariciosa que alcanza hasta a los personajes de ficción más idolatrados. El propio McKellen diserta en la película sobre la dicotomía a la le que sometió el doctor Watson entre realidad y ficción. Finalmente Holmes, el baluarte de la helada lógica, abraza el relato ficcional por una buena causa. Y por cerrar un caso, que es igual o más importante para el pertinaz detective incluso en sus últimas divagaciones.

El lánguido personaje de sir Arthur Conan Doyle merecía una despedida digna. Un ‘closure’ como dirían los ingleses. Y qué mejor actor para brindar sobre su lecho mortuorio que Ian McKellen, un mago interpretativo capaz de moverse con soltura entre lo lúcido y lo senil.
AriasGSergio
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