Nueva adaptación del re clásico «King Kong», ahora en manos de Peter Jackson y con un sin fin de tecnología punta a sus espaldas. Jackson, que ya está más que acostumbrado a la falsedad de las imágenes por ordenador, se mueve como bestia en su territorio cuando se trata de organizar una aventura que requiere de muchos efectos especiales.

En esta «King Kong» pasan muchas cosas, sí, pero pocas impresionan. Lo que siempre digo y repito: mucho píxel y escasa imaginación, a pesar de que es de agradecer ese aire de aventura clásica y exótica que Jackson pretende y recupera. Sin embargo, no le agradezco esa secuencia indescriptiblemente asquerosa y repugnante, fruto de la imaginación más enrevesada, en la que los protagonistas caen en una gruta infernal donde unos insectos gigantes les atacan. ¡Insectos gigantes! Madre mía, me iba a dar un infarto, un shock nervioso ante esos gusanos que... no digo más, no digo más. La fotografía vuelve a incurrir en esa coloración azulada y brillante que es la misma de todas las películas de los últimos tiempos, cosa que en serio no comprendo, y la acción es entre ridícula y aceptable; el momento paseo con los dinosaurios es todo lo mala que puedas imaginarte, y las luchas entre King Kong y sus adversarios son lo más llamativo de todo, realmente porque es el personaje a quien de verdad ves que lucha por amor.

Los actores están bien, pero no sé qué pinta aquí Adrien Brody y su personaje, guionista que corre mucho y no hace nada y que enamora a la bella Ann (con una bella Naomi Watts) en una relación romántica que por momentos, sobre todo al principio, te estorba. Yo en su lugar hubiera dejado como galán a Thomas Kretschmann, el capitán Englehorn, de quien sí te crees que es héroes y conquistador. El Carl Denham de Jack Black te cae pésimamente, y más aún cuando vuelve a soltar la frasecita de marras sobre quién mató a Kink Kong. Denham podría reconocer, digo yo, su parte de culpa, ¿no?

Por último, la relación entre Ann y King Kong es imposible que no guste porque, como ya dije la primera vez, esto de la bestia enamorada del humano es algo que nos emociona. Trágico y sensible a un tiempo, Peter Jackson abusa de las miraditas lánguidas de Watts, pero igualmente gusta, y al final nos quedamos como se queda Ann: tristes por un rey que ha perdido su corona.

Con menos, hubiera sido más. Pero, en fin, entretiene.