La primera pregunta que me surge al saber el argumento de «Infiel» es: pero, ¿quién iba a ponerle los cuernos a Richard Gere? Luego veo el reparto y me digo: ¡ah, bueno!

Porque si un día vamos atareadas por la calle y nos caemos en brazos de un francés de cabello negro, ojos rasgados y gruesos labios rojos que responde al nombre de Olivier Martínez, declaro fervientemente que a partir de entonces a ninguna de nosotras debería considerársele responsables de sus actos. Qué tentación de hombre. Encima, se dedica a la compra-venta de libros antiguos e incunables, y por supuesto es una máquina sexual, que eso ya se le nota hasta en los andares. No es por frivolizar, que conste, es simplemente que hay que reconocer que con un plan así cualquier marido lo tiene difícil.

Así, la aburrida de Connie debería haberse ido corriendo sin cruzar siquiera palabra con el buen mozo de Paul y dejarse de jugar con fuego, porque siempre te quemas. Más aún si quien te espera en casa es un buen marido, trabajador, agradable, un tipo excelente en definitiva, con los ojillos de Richard Gere. En mi opinión la caída de Connie es un absoluto capricho del personaje y del guión, porque creo que para que una señora respetable como ella de un paso semejante con tal ansiedad, rapidez, y diría que incluso alevosía, debe plantearse un trasfondo algo más determinante que justifique e impulse el comportamiento, y no basarse solo en el atractivo de un hombre, por muy grande que sea, que lo es.

Adrien Lyne tiene la ventaja de lograr introducirnos de lleno en la trama, a parte de crear una intriga interesante sobre lo que va a ocurrir en la historia. Los momentos eróticos están bien (lo dicho, una máquina sexual) y los derroteros que toma la película me dejan con una mala leche que mejor ni te cuento. Si hay que hablar de víctimas en «Infiel», yo tengo claro que el mayor perjudicado es Paul Martel que, a fin de cuentas, pasaba por allí.

Ya sabes, evita la tentación. Film entretenido sin perder el aire elegante.