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España España · Málaga
Voto de Kaori:
7
Drama Blanche, que pertenece a una rancia pero arruinada familia sureña, es una mujer madura y decadente que vive anclada en el pasado. Ciertas circunstancias la obligan a ir a vivir a Nueva Orleáns con su hermana Stella y su cuñado Stanley (Marlon Brando), un hombre rudo y violento. A pesar de su actitud remilgada y arrogante, Blanche oculta un escabroso pasado que la ha conducido al desequilibrio mental. Su inestable conducta provoca ... [+]
22 de marzo de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Minutos más tarde, vemos a Marlon Brando.

Marlon Brando, repito, palabras mayores en el universo masculino. Brando, el rebelde, el colosal, el escogido de entre las estrellas del firmamento que no llegan a caerse efímeras. Brando el admirado, Brando el actor, Brando el hombre, Brando el deseado, eternamente el deseado. Porque si hay que hablar de deseo, hablemos de Marlon Brando.

Oí una vez en un reportaje que a Tennesse Williams no le convencía Brando para el personaje de Kowalski, pero que le dio el papel por el simple deseo de mirarle. No sé si la anécdota será o no cierta, aunque a mi me resulta totalmente lógico imaginar a un Tennesse prendado de aquel joven, de aquel dios (permitidme la palabra, sin ánimo de ser sacrílega) anónimo y carnal. Las palabras no son suficientes, no se han inventado aún para describirle, así que lo único que podemos hacer es dejar que también nos haga ver a nosotras «lucecitas de colores». Deseémosle cuando suda y grita, y enciende el cigarrillo y se chupa los dedos pringosos de aceite; cuando se quita la camiseta y se la pone, y sonríe como un niño o frunce los labios como un monstruo; cuando está sucio, limpio, con la ropa rota, empapado en agua y en lágrimas; cuando se pone de rodillas, de pie, se pasea, ama, besa, odia, golpea y estrecha entre sus brazos a una mujer. Pero, ¿es que es posible? ¿Es posible que tú, Marlon, hayas existido realmente?

La obra de teatro se llevó nada más y nada menos que el premio Pulitzer, aunque si soy sincera no recuerdo que sea gran cosa. El mito, sin embargo, vino después, con el montaje cinematográfico a cargo de Elia Kazan y protagonizado por Vivien Leigh y Marlon Brando. En una película así, se espera sobre todo que las interpretaciones sean buenas, y en «Un tranvía llamado deseo» lo son; son espectaculares. Leigh logra mimetizarse hasta extremos inimaginables con Blanche, personaje conflictivo y que sin duda requiere sacar mucha sensibilidad de dentro. Su problema es la soledad, la brutal soledad, y ese aislamiento espantoso la lleva de un desconocido a otro para arañar a la vida un poco de cariño y de ternura. Es evidente que se equivoca, pero no por ello deja de despertar nuestra lástima y comprensión. Su delicadeza chocará de manera inevitable con el hombre de la casa, el hermoso y cruel cuñado, que la enviará definitivamente a la locura. El Stanley Kowalski de Marlon Brando consigue justo lo que se pretende: que todas le odiemos y de deseemos a la vez, incluida la propia Blanche.

El tranvía llamado deseo hace temblar cada minuto las cuatro paredes de ese apartamento destartalado en el que viven, pero también el tranvía de las frustraciones, de la inseguridad, de la envidia, del odio, de los sueños envejecidos. Quizá su mayor lastre consista, paradójicamente, en que es demasiado psiquiátrica, como si lo dejase todo al dictamen del psicoanálisis y no quisiera dar explicaciones de nada para aumentar la turbiedad de la historia, de por sí turbia.

Un drama sensual y ambiguo, pero sobre todo una película de actores y actrices. Una película de Marlon Brando. Mítica.
Kaori
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