Haz click aquí para copiar la URL
España España · Málaga
Voto de Kaori:
8
Cine negro. Drama. Romance. Thriller Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado. (FILMAFFINITY)
9 de mayo de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero yo digo: amémosla. Amémosla por ser tan bella, tan elegante, tan frágil y despiadada a un tiempo. Me he llevado una pequeña decepción al saber que no es Hayworth la que canta, sino una tal Anital Ellisy. Felicitaciones, Anita: esa voz grave y susurrante es perfecta para el «Amado mío». Aunque Rita sea perfecta para bailarla e interpretarla.

Lo cierto es que ha pasado a la Historia del Cine la escena del guante, recordada con toda justicia por su imán erótico, pero si de Arte hablamos, prefiero la primera versión del «Put the blame on Mame», con Rita sentada en la barra, la guitarra sobre las piernas cruzadas y la melena ocultando parte del rostro. Despertar así de un sueño debe de ser como despertar dentro de otro. Me reitero en alabanzas, no ya sólo a Hayworth, sino a la propia Gilda, de imponente atractivo mitificado por el blanco y negro; nunca sabremos si es pelirroja o castaña, si sus labios son rojos o rosas, o si su vestido es azul o verde. Lo único que importa es la suavidad que refleja su cabello, que sus labios están perfectamente perfilados y que su vestuario resalta su delicada figura. ¿Hace falta algo más?

Glenn Ford, «atractivo a su manera», le da la réplica sin que distorsione. Un don nadie en un principio, leal por agradecimiento y celoso amante de un imposible. La tan nombrada bofetada creo, a mi parecer, que es lo de menos. Más polémicos resultan algunos de sus pensamientos, en los que manifiesta abiertamente sus deseos de golpear a Gilda, cosa que no hace, por supuesto, porque también en las relaciones malsanas hay ciertos límites.

Así, la historia de Johnny y Gilda me gusta por intensa y apasionada, y porque ella es una fresca muy decente y él un paleto muy caballero. Son los amantes despechados, autodestructivos, orgullosos y ciegos, que actúan por impulsos, por rabia, por el afán de dominar de una u otra manera. Ambos se equivocan y eso todos lo sabemos desde el principio, pero mientras vemos si ellos lo descubren nos ofrecen una tensión sexual imposible de reprimir, unos diálogos impresionantes, una fotografía maravillosa y una declaración de amor, entrecortada y casi en éxtasis, que a mi personalmente me estremece. Nos tendría que dar hasta vergüenza que en 1946 se atrevieran a tanto, y en pleno siglo veintiuno nos andemos con tanta mojigatería disfrazada.

Evindentemente, clásico imperecedero muy recomendable.
Kaori
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow