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España España · Málaga
Voto de Kaori:
5
Animación. Fantástico. Drama Basada en un cuento popular japonés anónimo del siglo IX, "El cortador de bambú". La historia comienza cuando una pareja de ancianos campesinos encuentra a una niña diminuta dentro de una planta de bambú, y deciden adoptarla como si fuera su hija. Pasan los años, y rápidamente se convierte en una hermosa mujer pretendida por muchos hombres poderosos. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2017
28 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el «Cuento de la princesa Kaguya» ocurre lo de siempre: se modifica la historia original y todo va a peor.

El estudio Ghibli puede que tenga una política de feminismo y ecologismo como dicen por ahí, pero si es el caso que sigan con sus propias historias y no alteren a su conveniencia ideológica leyendas tradicionales de tanto contenido, belleza y profundidad como la del Cortador de bambú. Creo que en otras ocasiones he comentado la fuerza y la importancia que tienen estas historias que nacieron en tiempos remotos y que se han perpetuado hasta nuestros días como prueba, como constancia de una forma de ver el mundo, de un modo de entender las sociedades y las naturalezas de las personas que ya parece olvidado.

Siento la reflexión, es posible que ni yo me entienda, pero me ha salido así mientras pensaba un poco sobre este «Cuento de la princesa Kaguya», sin duda una cinta que destaca por su forma artística: un dibujo tradicional, artesano, con trazos sucios en los que casi pueden verse cómo los lápices rayan las hojas y los pinceles gotean los colores pastel. La primera media hora con Kaguya niña en el campo me ha parecido precioso, lo que más me ha gustado, con un encanto mágico y bucólico muy bien transmitido, y esa canción maravillosa con la que se llora sin saber por qué: «gira, gira, sigue girando molino de agua...». Todo esto es digno de mención y de una originalidad que yo en pleno siglo veintiuno aplaudo.

Hasta ahí, había posibilidades, sentía que podía encontrarme ante una obra de envergadura, que quizá la animación moderna no iba a defraudarme una vez más. Es entonces cuando poco a poco, aunque sin aburrir ni resultar tediosa, vamos viendo que la leyenda ha dejado de ser leyenda, que Kaguya no sabemos quién es ni qué quiere, que nos chirría esa crítica antisistema en un cuento que aspira a ser eterno, que no es creíble una historia de amor en la que los enamorados no se ven durante la mayor parte de metraje y donde uno de ellos está dispuesto a abandonar mujer e hijos como si fuesen animales. ¿Qué es esto, doncella celestial? ¿Acaso tú lo permitirías? Que Kaguya sufra en la tierra, ¿influye en su destino? Cuando reconoce que ha sido caprichosa y egoísta, ¿lo cree de verdad? Si fuese así, iría en contra del mensaje de libertad e independencia que la historia propone. Entonces, ¿con qué nos quedamos? No sé los demás, pero yo me quedo con la idea de aceptación de los sentimientos humanos, tanto tristes como felices, que forman parte de la existencia terrena y que aparece en el desenlace.

Pero por encima de todo, me quedo con ese emperador enamorado de un imposible que en el monte más alto de su imperio quemó una carta de amor dirigida a la luna. Un amor y una visión sublime que la leyenda tradicional recoge y que nosotros, ideólogos y racionales, ya hemos olvidado.
Kaori
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