Simon Welles desde la Universal Pictures nos regala a niños y adultos una preciosa historia de animales más humanos que nunca en la Alaska de los años veinte. Basada en unos hechos reales extraordinarios, «Balto, la leyenda del perro esquimal» será una de esas historias que nos llegarán hasta lo más hondo. Qué animación tan hermosa, ya perdida.

Dibujo clásico, estilo clásico y valores clásicos para una película que cuenta además con banda sonora de James Horner, música perfecta para honrar a nuestro héroe Balto. Cuánto sufre Balto, este perro-lobo despreciado por buena parte de la población de Nome y que encuentra en su instinto la grandeza del héroe, del líder que no se rinde, que fracasa y que llora; a quien su enemigo le golpea pero a quien no muerde, sino que le ofrece la otra mejilla en pos de algo más noble que rencillas personales. Puede que los niños lo pasen muy mal viendo la muerte tan de cerca y la angustia de quien está perdido en la inmensidad de la nieve, pero eso es bueno, porque así aprenderán que la vida es trágica como la tristeza y las humillaciones, y bella como las auroras boreales, como el amor, como el aullido de los lobos. Pura poesía.

Además, hay tiempo hasta para el humor, con unos secundarios maravillosos, entre ellos el ganso Boris o las perritas amigas de Jenna. Tampoco puede faltar el villano, Steele, un hasky negro y blanco de ojos azules que en cualquier otra circunstancia sería el más bonito, pero que aquí remarcan que es muy malvado poniéndole hocico de dientes afiladísimos. Su desenlace me parece justo, aunque desde luego siempre podría haberse especificado un poco más.

Entrañable, familiar, emotiva y sensible. ¿Qué pasa que ya no se hacen películas así? ¿Qué clase de personas queremos ser?