Que nos falta imaginación, eso está claro. El panorama cinematográfico actual es un cúmulo de remakes, reboots y secuelas de sagas o películas del pasado que, por supuesto, no pueden mejorar ni igualar el producto base. De hecho, leí el otro día que se prevé un nuevo «Papillon», algo que no merece más comentarios.

Así pues, este es un buen día para que las mentes hollywoodienses dejen franquicias tan icónicas como «Jungla de cristal» a un lado y se centren en nuevas ideas y proyectos. Llegamos a la quinta entrega de «Die Hard». Si en la cuarta papá McClane hacía las paces con su hija mientras salvaba el mundo por enésima vez, ahora será con su hijo. Bruce Willis está mayor y no voy a decir que no está para estos trotes, pero sí diré algo más importante: que parece que no queda nada del John McClane que conocimos. O al menos esa es la impresión. Hay algo demasiado amargo en él, demasiado duro, demasiado estúpido por momentos. Su hijo es Jai Courtney, un muchacho que me gusta y a quien siempre he visto que le endosan papeles de malvado así que verle sonreír como John McClane Jr. ha sido todo un descubrimiento por la preciosa sonrisa que tiene. Majo, ¿por qué odias tanto a tu padre?

La historia se ambienta en Rusia, que es un país propicio y cinematográfico para creerte todo tipo de corrupción, traiciones y violencia. Sin ánimo de ofender a ningún ruso, faltaría más. Claro que lo que se inventan en «La jungla 5» es en exceso enrevesado y hasta dan la explicación conspiratoria de Chernobyl, ahí es nada. Atentos a la explicación porque no le encontrarás mucho sentido, aunque sentido, lo que se dice sentido, queda poco en la trama, repleta de efectos digitales que saltan a la vista y muchísimos saltos y explosiones.

Descansa, John, y se feliz.