Podría estar bien, ¿no? Hacer una película de terror como si se tratase de un drama, una de acción o de aventura. De cualquier cosa menos de terror. ¿Por qué? Porque no entiendo a qué viene eso de preparar al espectador justo antes de la aparición del monstruo con:

-La música propiciatoria, o bien alguna clase de ruido de fondo con el que se pretende inquietar.

-Caras de susto o tensión de los actores.

-Movimiento lento de la cámara, que por lo habitual sigue al actor hasta el lugar donde va a darse la aparición.

¿A quién pretenden asustar si ya sabemos que va a haber un susto? El clásico repullo te lo puedes dar a veces, de acuerdo, pero el clima realmente está ya roto, porque lo sabes, porque lo estás oliendo, porque lo estás casi viendo, porque es siempre lo mismo y llenar la trama de la misma estructura y de los mismos recursos te aleja de la película y de la historia.

Trataba de hacer memoria sobre la primera Expediente Warren, pero prometo que solo me acuerdo de una escena en la que un niño se cae de espaldas y se hiere en la frente. Sea como sea, no tuvo que parecerme mala en su conjunto porque la aprobé. En esta segunda parte lo que más me ha gustado es el amoroso matrimonio Warren. Qué pareja tan encantadora. La escena en la que Ed imita a Elvis Presley tocando la guitarra y cantando «I Can’t Help Falling in Love» es sensacional, y no tiene nada que ver con el miedo ni con el argumento en sí mismo, sino con el amor de estos dos esposos. Lorraine vuelve a enamorarse de él en ese instante. Él vuelve a conquistarla. Quizás ese sea el secreto del amor duradero: el no dejar de enamorarse, el seguir seduciéndose día a día.

Para algunos puede que esta idea sea terrorífica por lo complicado que debe de ser, pero la verdad es que «Expediente Warren: El caso Enfield» no lo es, por muchas monjas demoníacas que nos quieran dar el susto. Los entes que intervienen actúan de forma un tanto ilógica y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Si la ves, que sea de noche. Siempre tienes que ver de noche las pelis de terror, aunque luego te rías de ellas.