Haré un examen de conciencia público: tras ver «Desaparecido en combate» me he planteado si a lo mejor me dejo guiar en exceso por mi gusto personal hacia determinados héroes de acción y modifico así el criterio para valorar una película que, de por sí, es malucha. Sin embargo, si recapacito sobre ello, veo que he sido muy crítica con obras protagonizadas por algunos de mis ídolos, lo que demuestra que por mucho que ame a un actor, si la película no funciona, no funciona. Limpiada, pues, mi conciencia, vamos a por Chuck Norris.

A este señor se le puede criticar como actor, y de hecho le critico, pero deberíamos tener un gran respeto hacia él por el deportista que ha sido: seis veces campeón del mundo en kárate en peso medio, lo que no es moco de pavo. Una vez se retiró de las competiciones oficinales, se dedicó al Cine, y muy bien que hizo, oye, que para eso podía permitírselo. Eso sí, el pobrecillo tiene más poco dominio escénica que yo, que ya es decir. Además, me parece a mi que sólo el gran e inmortal Bruce Lee supo aprovecharse de las habilidades de este atleta, porque pelea muy poco y lo mejor de «Desaparecido en combate» es cuando lo hace. ¡Suelta la metralleta, hombre!

La película tiene como mayor mérito tocar el tema de los desaparecidos en la guerra, pero por lo demás no causará mucha ilusión. Muy lenta, mayormente inverosímil por culpa de cierto aire destartalado, con un secundario amigo del prota que deseas que muera, y un personaje, Braddock, que es un ladrillo. Ha sufrido mucho, sí, pero es la mar de soso.

Mientras crees que la cosa puede mejorar, entretiene. Luego, decae sin contemplaciones. Otra vez será, Chuck.