Si hay una palabra que defina esta película es «romántica», y además en todas sus acepciones. Vaya llantera me ha entrado viendo este cuento medieval donde el amor es el verdadero e inquebrantable protagonista. Esto sí que es magia.

La magia de las tradiciones populares hecha aquí imágenes cinematográficas. Richard Donner nos brinda un precioso cuento de hechizos, villanos, fe, amistad, redención y amor. El amor entre un valeroso capitán de la guardia y la bella hija de un conde. En medio, la pasión malsana de un clérigo corrompido por Satán. El resultado, una condena para la eternidad y un hombre y una mujer convertidos en dos bellos animales, un halcón y un lobo negro. Un destino triste y desgraciado para dos amantes que se amarán mientras vivan y más allá de la muerte. Qué hermosura, qué delicadeza, con cuánta sensibilidad Donner nos describe este amor inalcanzable e ideal. Qué constancia la del héroe y la heroína en ese devenir del tiempo, qué lealtad y fidelidad el uno hacia el otro. Si es que tenemos que llorar, es inevitable.

Andrew Powell compone una banda sonora que quizás a muchos les suene rara, pero a quienes nos guste Alan Parsons Project nos sonará muy bien. «Lady Halcón» tiene un punto vanguardista (observad el casco de Navarre, por ejemplo) que engarza con el ambiente musical. Eso de mezclar tendencias a priori opuestas debería tenerse en cuenta más a menudo, porque es todo un acierto si se aprovecha como corresponde. Michelle Pfeiffer nos deslumbra con el ensueño de su rostro y Rutger Hauer nos enamora con su impecable atuendo negro y su viril porte. Matthew Broderick es el contrapunto perfecto, simpático sin ser pesado ni cargante, y listo sin ser un impresentable. Que aprendan hoy en día.

Con vosotros viajamos todos. Que no se acabe la magia.