Sé que sonará muy rarito lo que voy a decir, pero allá va: me he enamorado de Bruce Willis en esta película. ¡Cómo es posible! Eso digo yo, que cómo es posible que con el cabello rubio platino y un personaje malvado donde los haya, me haya encandilado de tal manera. Sobresaliente interpretación de su Chacal, sin nombre ni identidad conocidas, que demuestra un tacto suavísimo a la hora matar y de «estar» en pantalla. Ese albornoz mitad puesto, mitad quitado, esa desgana, esa fría languidez que proyecta es insuperable. Grande, Willis, grande.

Supuesto remake del clásico «Chacal», esta otra versión, con limitados paralelismos, tiene algo en toda su estructura que deja a la película descompensada. Es posible que se hubieran necesitado menos minutos para contar una historia que se reduce a una investigación que va un poco a salto de mata y que sigue los pasos de un asesino a sueldo contratado por... bueno, la verdad es que no sé quién le contrata, imagino que la mafia rusa. Claro, que con este trío protagonista, cómo no la voy a recomendar. Junto a Bruce Willis, nos encontramos con Sidney Poitier, un super clase, y a un Richard Gere a quien la edad le sienta de maravilla. Su personaje, Declan, es casi, casi, irrelevante y hasta insultante, porque eso de que sea un terrorista quien cace a otro, por aceptar el término «terrorista» en un sentido amplio, tiene narices. ¡Ah!, y lo de la compañera vasca ya ni os cuento. Estupefacta me he quedado. Cosas del Cine norteamericano pre once de septiembre.

Ritmo irregular con una última recta que cobra más vida y tensión. Más o menos entretiene, pero resulta insuficiente.