Que preciosidad de película y que preciosidad de niños; sin desmerecer en nada a una encantadora y temperamental Anna Chlumsky, yo me quedo con Macaulay Culkin y su personaje, Thomas, de rostro angelical, gafas caídas y mira tímida. Él consigue que «Mi chica» sea una obra inolvidable.

Demasiada poca nota para una historia tan bien llevada, para una tragicomedia tan bien hecha y para un mensaje tan perfecto. «Mi chica» no es una película sobre la amistad; es una película sobre la madurez. Y de qué forma madura la pequeña Veda; de qué forma más entrañable, honda, dura, creíble y emotiva lo hace. Una maravilla, vamos.

Además es divertida, ingeniosa, tierna y con un retrato de la infancia formidable. Pero no, no es para niños; es para nosotros los adultos, quienes deberíamos aprender del desparpajo, de la inocencia, de la entereza, de la valentía y de la extrema sensibilidad del niño. Y sí, por supuesto que he llorado. Es inevitable.

Con todo, parece que se castiga este tipo de cine de los noventa, muy sobrio y directo, con nada de artificio ni de trampas. Yo creo, sin embargo, que «Mi chica» demuestra que la sencillez bien entendida, es lo realmente complejo.

Sin duda alguna, muy recomendable.