Pero qué pedazo de dibujo el del póster que anuncia «Ruta suicida». Mejor que la propia película, así de claro. Me he quedado traspuesta, lo admito, con ese Clint extra musculoso pero estilizado, con el pantalón hecho añicos y un vendaje que ni es vendaje ni es na’ pero se ciñe a la carne, botas, la camiseta de tirantes, la muñeca esposada, el revólver... Brutal. Sondra Locke hasta sale más guapa, con el cabello más rubio y largo y muchas más curvas por su proporcionado cuerpo. Qué arte, qué arte.

Sin embargo, tanto este precioso cartel como «Ruta suicida» prometen más de lo que terminan dando y la sensación que predomina es la habitual en muchos de los trabajos que dirige Eastwood: frialdad. Poca tensión y emoción para un viaje hacia delante y desesperado que pone en peligro la vida de una presidiaria que tiene que testificar en un juicio y de un policía de Phoenix algo borrachín y no muy triunfador. El romance está en el aire, tanto dentro como fuera de la pantalla, y las balas a granel, porque no recuerdo que disparen tanto en ninguna otra película. Que barbaridad de munición, y además de manera inútil, ya lo veréis, ya. Y para escena inverosímil, la del helicóptero, que no sólo se hace larguísima sino que se permite varias licencias, como por ejemplo no disparar cuando tienen al blanco completamente a tiro.

En fin, justita.