Admito que soy muy dada a la ficción española, a veces para bien y otras para mal. En esta ocasión teníamos buenos ingredientes: thriller, ciencia ficción, romance y unos actores protagonistas competentes, con Pablo Derqui y Leonor Watling como pareja principal. Que Emilio Aragón anduviera por ahí puede resultar gracioso, pero no, que aquí no hay nada de humor.

La idea de la que se parte es eso que se llama la memoria celular llevada al máximo: los órganos que se trasplantan siguen manteniendo los recuerdos del difunto, en lo que parece casi, casi el alma del donante. En esta situación se encontrará el protagonista Álex Puga, cirujano rico, exitoso y ambicioso que por una serie de circunstancias recibirá el corazón del periodista Rodrigo Ugarte, un hombre que investigaba un asunto de lo más peligroso e importante y que, aun después de muerto, debe resolver.

Vale, esto es muy bonito, muy romántico, ¿no? Pues me da igual, porque lo que más me llama la atención de «Pulsaciones» es que se pueda odiar tanto a Juan Diego Botto dado el personaje que tiene. En serio: su Rodrigo es un hombre honesto, competente, justo, con principios, un buen padre y un buen esposo, y además lo asesinan por querer sacar la verdad sobre unos hechos escandalosos... Pero es insoportable. Pese a sus muchas cualidades, lo odias. Lo odias y lo único que quieres es que deje de molestar al pobre de Álex, que se debate entre dos mujeres y dos amores, por culpa del don perfecto de Rodrigo. Puede sonar muy cruel por mi parte, pero poneos en la situación de Álex: tenéis una vida hecha y viene un muerto a decirte a quién tienes que amar, qué tienes que hacer y cómo. No, pesao, que eres un pesao, Rodrigo: descansa en paz de una vez y deja que las personas vivan tranquilas. Así que de romántico nada, porque ese triángulo amoroso te repatea, insisto, por culpa del pesao de Rodrigo y su corazón.

Por lo demás, bueno, es una serie corta así que no se extiende en giros muy complejos y se sigue con bastante indiferencia.