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España España · Málaga
Voto de Kaori:
4
Aventuras. Romance. Comedia. Fantástico Después de buscar fortuna durante cinco años, Westley (Cary Elwes) retorna a su tierra para casarse con su amada, la bella Buttercup (Robin Wright Penn), a la que había jurado amor eterno. Sin embargo, para recuperarla habrá de enfrentarse a Vizzini (Wallace Shawn) y sus esbirros. Una vez derrotados éstos, tendrá que superar el peor de los obstáculos: el príncipe Humperdinck (Chris Sarandon) pretende desposar a la desdichada Buttercup, ... [+]
12 de mayo de 2013
38 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche mismo me decía una buena amiga que «La princesa prometida» es una de sus películas favoritas y que está unida íntimamente a su infancia. ¿Será ese el secreto?: ¿que hay que verla de niños para que podamos disfrutarla? La teoría no termina de convencerme, porque eso es limitar los argumentos, como si algo que nos gustó de niños tuviera que ser bueno por narices o ya no pudiera gustarnos una vez siendo adultos a no ser que entre en juego la nostalgia. Pero vayamos a la película, que ni siquiera sé porqué estoy contando todo esto.

Centrémonos en «La princesa prometida», película que nos cuenta un cuento. Sí, es un cuento. Sin embargo, que sea un cuento no quiere decir absolutamente nada. Hay cuentos estúpidos, cuentos sin magia, sin amor, sin espíritu legendario, sin carácter; cuentos irreverentes, cuentos transgresores, cuentos apocados, cuentos anti míticos, cuentos feos. En fin, que el cuento no es en sí mismo una virtud, y habrá que ver qué historia y qué componentes forman ese cuento.

En el caso de «La princesa prometida» (que, por cierto, no es princesa ni es nada) hay una historia de amor que trata de sostenerse a base de repetir lo verdadero que es, un protagonista-pirata-espadachín-insoportable que te cae como una patada en el estómago, una protagonista que es una sin gracia, un príncipe que es el villano, pero ademán un villano sin ningún fundamento; y unos secundarios que, en este caso, resultan ser lo más simpáticos. Ahí tenemos al tal Gigante, un buenazo, y, cómo no, a don Iñigo Montoya, personaje y monólogo que, por esos misterios de la vida, nos gusta a todo el mundo. Realmente no es divertida, los elementos mágicos son chapuceros a no poder más, como el momento milagrero al por mayor, y el conjunto es en extremo incoherente, creyendo de forma ignorante y atrevida que al ser un cuento, se permite todo.

Lo bueno es que la película es cortita, y eso la beneficia enormemente, porque se pasa en un suspiro y a pesar de los altibajos y la poca pasión que despierta, se deja ver. Y para cuentos, cualquiera de Andersen o Wilde. ¿Por qué no se inspiran en las obras maestras que escribieron para hacer un peliculón?

¿Quizá porque a estas alturas, con el tarro comido por Shreks y similares, nadie sabría apreciarlo...?
Kaori
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