Sin ninguna fe vi la otra noche (sí, noche) «La sombra de la noche», un título que, sinceramente, no indica nada bueno. Pero no, la oscuridad esconde más de una sorpresa.

El hombre-sonrisa Ewan McGregor protagoniza este thriller que durante la primera media hora despista tanto, que casi dan ganas de retirarle la oportunidad que le habías dado. No lo hagas. Sigue atentamente los avatares de Martin y compañía, y quédate con cada detalle, con cada dato, con cada intervención y con cada sábana que cubre los cuerpos inertes y pálidos. Cualquier edificio de noche y a solas da un miedo insoportable, pero lo de una morgue debe de ser ya el acabose, así que adéntrate por esos pasillos parpadeantes y pulsa el botón del enorme y vacío ascensor. Y no olvides la llave.

Le acompañan en el reparto la muy mal peinada Patricia Arquette y un susurrante y ronco Nick Nolte, quien demuestra cómo ejercer el difícil arte del silencio. Nick Nolte calla. Y la película calla, y todos nos callamos, y mientras tararea algo, nos quedamos aún más mudos. Este señor aún sabe lo que es y supone el silencio en el cine, esa delicadeza ya perdida de olvidar los sonidos y reducir un mundo de ideas, emociones y guión al puro y elemental silencio. Imagino que el director tuvo que quedarse sin palabras ante el talento interpretativo de un Nolte que, cuando quiere (o le dejan), puede ser el mejor. Aquí lo es, y Bornedal, sabiamente, se aprovecha de ello.

Abstenerse de verla quienes trabajen de noche y a solas. Ya he avisado.