Película española sobre la Guerra Civil. La número ochocientos cuatro, así a ojo. Que está bien, oye, que es uno de nuestras etapas históricas más importantes y complejas, pero a ver si variamos un poquito la óptica. ¿Qué tal una película bélica? Es que nunca se ha hablado de nuestra Guerra Civil desde un punto de vista de la guerra, puramente de la guerra, de los combates y la estrategia. De verdad que se podrían hacer grandes obras con todo el material que hay, con la realidad que sucedió.

Amenábar opta por el drama e incluye la figura de Miguel de Unamuno, escritor español del que recientemente he leído «Niebla», un libro que recomiendo. Más allá de eso, no conozco su historial político. Con todo, si se busca información al respecto, rápidamente empiezas a ver que las cosas no son tal y como «Mientras dure la guerra» nos cuenta. Las películas históricas tienen ese problema: que o sabes historia o te engañan, así que hay que tener cuidado y sospechar de todo.

Sea como sea, y sin ahondar mucho en los aspectos históricos, «Mientras dure la guerra» es medianamente correcta, porque Amenábar es un buen director, pero a mí me ha resultado casi cursi, algo pomposa, poco dinámica. Una película como esta de discurso más que de acción podría haber aprovechado para que se hablara más y se hablara bien, con unos diálogos y un debate que fueran más allá del «queman iglesias y son fascistas». Curioso que al decir «son fascistas» parece que estuviese todo dicho, se entienden sus malas acciones y sus malas ideas. El catedrático Vila defiende a los republicanos con un «queríamos sacar a España de la Edad Media»; es decir, a pesar de los crímenes que hayamos podido cometer, nuestra intención y fondo son buenos. Entonces los otros, ¿qué buscan? ¿El mal para la humanidad? ¿Quieren ver el mundo arder? Al menos explícamelo, que yo lo vea y decida. Al final todo queda reducido al mismo lenguaje y mensaje simplista y obvio, solo que lanzado con mayor elegancia.

No estoy segura de que se retrate bien el devenir ideológico de Unamuno y no sé si terminada la película quedan claras sus ideas políticas, por lo menos a mí no me lo parece. Además, me gustaba muchísimo más la historia paralela de los militares y Franco, bando un tanto ridiculizado pero que tiene una trama de mayor interés. Justo Goya a mejor actor de reparto para Eduard Fernández como Millán-Astray, soberbio personaje y soberbio él.

Me deja fría.