Clasicazo donde los haya. «La gran evasión», pese a su trágico trasfondo, es toda una película de aventura bélica, donde un grupo de hombres planea una fuga que parece desde todos los puntos de vista imposible. Pero no: el ingenio y la inteligencia humana no tienen límites.

Desconozco si todos los detalles de la fuga son verídicos o no, no voy a discutir sobre si las maderas las cogieron de aquí o de allá, o si la tierra la metían por otro lado; no, no voy a discutirlo porque no merece la pena fijarse en esos pormenores cuando lo que sí sabemos es que fugar, se fugaron, luego la historia de la película no puede ir muy desencaminada.

Me llama la atención también que en el año 63 el retrato del bando alemán sea tan, llamémoslo, comedido. Oficiales comprensivos, guardias buenazos o soldados despistados; el retrato demoníaco que predomina últimamente, aquí se suaviza, humanizando al alemán, al nazi y al enemigo.

La banda sonora es antológica, y los actores también. Inmenso Steve MacQueen, con una cara de pillo que no puede con ella; un actor de estos que parecían no actuar, sino pasearse por la escena con un carisma del que ya no queda en nuestros días. Para mi, todo su viaje en moto es mítico desde todos los puntos de vista: vestimenta, paisaje, comportamiento, conducción, peligros con los que se encuentra. Estética pura y dura. También la celebración del 4 de julio, original donde las haya, no se olvidará fácilmente. James Garner, Richard Attenborough o Charles Bronson (vaya músculos, oye), por decir sólo unos pocos, completan un reparto sensacional.

Entretenidísima, dinámica, triste, alegre, ingeniosa, si es lo que tiene todo. Un buen clásico que no pasa de moda, que no envejece nunca, siempre joven, siempre actual. La fuga más famosa del Cine. Hay que verla.