Por favor, dejad a un lado los prejuicios y la política; olvidaos de comunistas, senadores y cazas. «La ley del silencio» no va de eso, no puede interpretarse como un mero berrinche personal. A quien así lo crea le invito a que vuelva a visionar la película, porque le aseguro que no está mirando bien la gran obra de Elia Kazan.

Esta no es la vida del director, no es ni siquiera justificación, ni por asomo paralelismo con su biografía. Esta es la vida de Terry Malloy, ex boxeador fracasado que malvive en los muelles de Nueva York rodeado de miedo, sordos, mudos y criminales. Brando tenía eso que se llama magnetismo, y no sólo porque fuese irresistible como hombre, sino por su talento en escena, aquí creando un personaje que bien puede representarnos a todas las personas. Ejemplo último de valentía y sentido ético, pelele en manos de sus superiores, desganado y bonachón, Terry irá tomando conciencia de lo que es la vida y la injusticia, evolución que desembocará en lo que muchos identifican, para mi sorpresa, con el concepto peyorativo y acusador de chivato. Tal parece que denunciar el mal, proteger a los indefensos y desenmascarar a los asesinos es algo que hay que pensarse mucho por una malentendida idea de lealtad, amistad o vete tu a saber qué. Así nos va.

Brando forma pareja con la cándida Eva Marie Saint, mujer delicada y fuerte que será imprescindible en la vida de Terry. Maravillosa escena la de ese beso rabioso, en combinación y contra la pared, o la del guante en el columpio, o casi cualquiera que comparten, porque la sensibilidad de estos enamorados traspasa la pantalla. Karl Malden en el papel de cura luchador y faro moral que inevitablemente debe alumbrarnos, Rod Steiger como hermano entre dos aguas y Lee J. Cobb en la piel del líder del sindicato mafioso son el trío sin parangón que hará las delicias de todo aficionado al cine.

Además, «La ley del silencio» tiene el acierto de mostrar la mafia con la crudeza, la sensatez y la verosimilitud que se requiere, nada de hacer alarde gratuito y estereotipado. La trama no pasa por alto ni el sustrato del que se alimenta, ni sus consecuencias, ni sus métodos ni valores, logrando un retrato sólido, humano y social en torno a las organizaciones mafiosas como muy pocas veces hemos visto. Referente claro del género, uno de los mejores a mi parecer.

La sangre limpiará tu fracaso, Terry. Y el de todos nosotros.