Así de fácil y sencillo. Tú vete a Roma que en cuestión de minutos te encontrarás con Raoul Bova. Engánchate a su brazo y no lo sueltes, que te va la vida en ello. Raoul Bova se prendará de ti y te llevará en su descapotable deportivo, directamente y sin saber estado civil o edad, a que conozcas a su familia. Aunque, ojo, que algo tan surrealista puede tener su cruz y a lo mejor nuestro guapísimo italiano no tiene intenciones tan románticas como puedes tenerlas tú. Mujer, no le pidas a un hombre, como una desesperada y sin ningún tipo de decoro, que se acueste contigo, que eso espanta a cualquiera. ¿O es que yo estoy chapada a la antigua?

Frances Mayes, con una Diane Lane encantadora, es una escritora y crítica literaria (un trabajo guay, como se comprenderá) que sufre un divorcio traumático y, con él, una crisis de identidad y de valores. En fin, que por influencia de sus amigas se marchará a hacer un viajecito por la Toscana, qué mejor lugar para quitarse las penas. Vaya Italia la de Berlusconi, ¿eh?, es el paraíso. Una paz, un amor, una gente entrañable y comprensiva, cariñosa, tierna, familiar... si es que es una gozada vivir por allí. Y además con Raoul Bova. Normal que Frances se encariñe tanto con su villa y hasta escriba un libro sobre sus experiencias.

Una comedia con algo de drama y otro poco de romanticismo, siempre simpática y muy entretenida. Funciona principalmente por el personaje de Frances, con la que más de una vez admito que me siento identificada; por ejemplo, con su miedo a los bichos y sus diálogos absurdos con su amiga Patti. Mensaje optimista, blando, rosa y de superación, nada realmente nuevo aunque sí con bastante sensatez, que va haciéndole falta a las sociedades, y más aún a las mujeres.

Échate al sol y disfruta.