Si «tonto es el que hace tonterías», debo decir que Forrest Gump es tonto de remate: tirarse más de tres años corriendo «sin ningún motivo» y parar un día de repente, no me digáis a mi que es síntoma de inteligencia, sentido común o, yo qué sé, algo de luces. Viendo correr a este Forrest tan convencido, no puedo dejar de preguntarme, de preguntarle, por qué, para qué y hacia donde. ¿Hay respuesta?

Robert Zemeckis lleva a la gran pantalla la novela de Winstom Groom y le sale una peliculita cobarde, dulzona y más o menos entretenida. La historia no tiene ni aporta nada destacable, el tono de comedia provoca nuestras sonrisas y el argumento, con sus toques de realismo mágico, irreflexión y drama, no entusiasma y, de hecho, molesta por momentos. La película nos cuenta casi medio siglo de historia estadounidense desde el punto de vista inconsciente aunque ingenuo de un joven con un cociente intelectual inferior a la media. Esta aparente limitación no le limita para nada, porque consigue todo a lo que puede aspirar un hombre, incluido a la chica de sus sueños. El personaje de ella, de Jenny, es de los más desagradables que se recuerden, y no porque sea mala chica, sino porque se ceban en sus desgracias de una manera incomprensible. A esta mujer le pasa de todo, y todo malo, añadiría, lo que hace que choque más la felicidad inmaculada de Forrest, a quien también querría preguntarle qué sentiría si supiese lo desgraciado que es el amor de su vida. Quizá se lo tomaría con la misma inocente y nada admirable ignorancia; porque puede que la ignorancia nos haga más felices, pero ¿nos hace mejores personas?

Así, Forrest Gump participará en y será testigo de acontecimientos históricos como la guerra de Vietnam, de la que nos quedamos sin saber qué opina, evitando cobardemente que el personaje se posicione; la lucha por los derechos civiles de la población negra o el caso Watergate. También influirá de manera decisiva en iconos culturales como Elvis Presley, caso este que me ha ofendido especialmente: qué manía con quitarle mérito a los genios y dárselo a los mediocres. Todo este repaso puntual se mezcla con la vida personal de un Forrest que aprende desde pequeño a vivir con dignidad y sin avergonzarse de quién y cómo es, algo que sí valoro positivamente. Eso sí: la suerte que tiene no hay por dónde cogerla; esto entraría dentro de lo molesto, sobre todo porque él no valora nada ni se esfuerza en nada.

De entre todos los personajes, me quedo con el teniente Dan de un magnífico Gary Sinise, auténtica víctima y auténtico héroe de un mundo cambiante. El soldado Bubba con la gambas, insoportable, y la música de Alan Silvestri, bastante bonita. En conjunto, y siendo muy buenos, aceptable, sin más.