Mucha nota me parece que tiene «La maldición del Escorpión de Jade». En mi opinión se trata claramente de una obra menor de Woody Allen, no entiendo tanta puntuación para una historia bastante simple y con poco contenido.

A decir verdad, lo más destacable de esta película no es la trama de intriga, si es que a esto se le puede llamar intriga, sino la historia romántica, es decir, la personal. Porque en realidad Woody Allen es lo que nos está contando: una especie de comedia romántica en sus dorados años treinta, que a él lo retro le gusta bastante. Acuñaba en alguna de sus películas antiguas ese concepto de (creo recordar) «mujeres kamikaze» con el que se refería a un tipo de mujer autodestructiva, y quizá por ello mismo frágil a la vez, por la que él sentía una gran atracción. No estoy segura de que la Betty Ann de Helen Hunt entre estrictamente hablando en ese esquema que Allen tiene, o tenía en su cabeza, pero a mí me parece que por ahí anda.

Betty es una mujer que se presenta como lo opuesto a lo tradicional, una mujer que llamaríamos empoderada, adelantada a su tiempo, dura y castigadora que, al mismo tiempo, queda como lo más arrastrado y estúpido del mundo al aparecer como la «querida de» a la que los hombres engañan como una boba. ¿Woody Allen lo hace a conciencia? ¿Es una forma de realzar su comportamiento o todo lo contrario? Porque frente a ella tenemos al encantador personaje de Elizabeth Berkley, Jill, la secretaria conservadora que es la que demuestra más cerebro y más dignidad que todos. A mí esta contraposición me ha llamado la atención, cuanto menos.

Sea como sea, siguiendo la táctica de que los opuestos se atraen, el detective Briggs y su jefa Betty vivirán una aventurilla con robos, hipnosis y algunos líos de faldas y de pantalones de por medio en casi una parodia del cine negro. Agradable y correcta, pero nada del otro mundo.