No voy a andarme con rodeos: «Cinema Paradiso» es absolutamente mediocre. La película me dejó una completa sensación de vacío. Como mucho, trataba de devanarme los sesos para tratar de comprender el cómo y por qué de tanto amor. Y en esas estoy.

Lo que creo es que es una película de apariencias. De nuevo las intenciones engañan y se toma por sublime, emotivo y hermoso todo lo que aparezca en pantalla sólo con que se presente como tal. La historia de la niñez y adolescencia de un señor en un pueblecito no sé a quién puede interesar realmente. Entiendo que se le humedezcan los ojos a quienes hayan tenido vivencias parecidas, pero me cuesta creer que el resto se sienta tan motivado hacia unas situaciones anecdóticas en su mayoría (como los distintos personajes del pueblo) y de tan poca importancia. Vamos, ninguna.

¿Y se supone que hay homenaje al Cine porque cada quince minutos sale una escena de película en la pantalla del Paradiso? Pero si el cine aquí no sirve para nada. Está, simplemente, como marco de acción, pero no hay magia ni fascinación, ni significa algo para alguien, en especial para el protagonista Salvatore. De hecho, su pasión (si es que la sentía) por el celuloide pasa a convertirse rápidamente en mero trabajo. Además, su personaje está pésimamente construido: el niño Toto no se parece en nada al adolescente ni el adolescente al adulto. Un error de los gordos.

Lo mejor, de lejos, Ennio Morricone, compositor que no era de este mundo. Sin otra banda sonora, ¿gustaría tanto esta película? Lo dudo. Él sí que me pone la piel de gallina. Tornatore sólo me provoca ciertas sonrisas a través una historia simplona, hacia el final incomprensible (¿pero por qué te tiras treinta años sin volver?), sosa, con actores justitos y vacía de toda idea, emoción o sentimientos bien plasmados.

Excepto la banda sonora, el resto no merece la pena.