No es mala idea, y de hecho es muy buena, el concepto de cine familiar. «Proyecto Adam» se supone que es para toda la familia pero me sorprende que siendo así se hable con tanta palabrota, se hagan bromas sobre penes, la motivación del protagonista sea que quiere recuperar a su esposa (¡los chavales sueñan con eso!) y la villana sea una tipa que prometo que no sé qué leches quiere, ¿hacerse rica quizá?

Cuando empieza la acción y después de una larga introducción en la que no se sabe de qué va la película, «Proyecto Adam» se vuelve más entretenida. La trama es una excusa para que haya viajes en el tiempo y armas molonas de rayos láser, pero tampoco es que haya mucho de eso, no paran de hablar y contarse sus dramas. Esta Sorian, la mala malísima, es de los villanos más lamentables que recuerde ahora mismo: es que si lo piensas, ¡no hace nada!, y lo que hace resulta estúpido. Por ejemplo, dejar que los buenos se paseen por las instalaciones donde está el secreto de los viajes en el tiempo y roben la fórmula matemática sin que nadie les moleste. Total, tiene que haber película de alguna manera, claro.

Un gran problema de la cinta es su falta total de carisma. ¿Adam es carismático? ¿Laura es carismática? ¿Hay alguien en esta película que te caiga lo bastante bien como para que quieras ser como él o tan siquiera conocerlo? Adam es casi insoportable de pequeño y de grande, y me diréis «por qué, si son buena gente y al niño le pegan…».

Vale, alguien puede darte lástima pero eso no quiere decir que te sea simpático o suponga un referente. El carisma tiene que ver con las virtudes, con la actitud que esa persona demuestra, cómo se enfrenta a los conflictos y cómo resuelve las situaciones; yo qué sé, el encanto. Adam, de chico y de grande, es un chulo, un prepotente, un sobrao de la vida que está enfadado con su padre, ojo al dato, porque el padre murió. Encima que te mueres, tu hijo te odia porque te has muerto y no jugaste con él al béisbol.

No seamos así, por favor.