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España España · Málaga
Voto de Kaori:
6
Aventuras. Drama. Romance Año 1886. Tras un naufragio frente a las costas de África, el heredero de la familia Greystoke, John Clayton, huérfano a los pocos meses de nacer, es adoptado por una tribu de simios, entre los que vive durante años. Descubierto por el Capitán D’Arnot, el joven Tarzán es llevado a Inglaterra, presentado a su familia y educado de acuerdo con su rango. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imaginémoslo: estar sentada en tus sillones de terciopelo, bordando encantadoramente con tu vestido de gasa, la chimenea encendida y el té sobre la mesa... y que aparezca tu marido chillando y moviéndose por el suelo como un mono. «Cariño, ¿todo bien?» «Sí, sí, sólo estoy recordando mi infancia». Tiene que ser graciosísimo.

Claro, que ni «Greystoke» ni las historias que se han hecho de Tarzán se lo toman así, como habría que tomárselo, con sentido del humor. La versión de Hudson me parece bastante afortunada, pero es que tiene un desarrollo y un desenlace que no me gustan ni un pelo. Aún a riesgo de parecer etnocéntrica, he de decir que ser conde en la «civilizada» Inglaterra de principios de siglo siempre será mejor que desnudarte en plena jungla y alimentarte de gusanos. Evidentemente, el hombre-salvaje John se encuentra demasiado condicionado por su crianza, pero también es verdad que, sin ningún conflicto ni reticencias, es capaz de aprender dos idiomas, todas las normas de cortesía, enamorarse, vestirse, montar a caballo, tener plena conciencia de sí mismo y adaptarse tan cómodamente a su vida en Londres. No hay choque cultural ni psicológico entre el carácter primitivo de John y el mundo socializado de su familia, que es lo que se espera, lo que generaría un verdadero dilema y lo que justificaría toda la historia, incluido el desenlace.

Christopher Lambert está maravilloso como rey de los monos y conde de Greystoke, entre lo humano y lo animal, entre lo cortés y lo brusco, entre lo apasionada y lo ajeno. Destila un raro magnetismo que la dulce Jane, comprensiblemente, no puede resistir, y juntos nos ofrecen una de las escenas más morbosa de toda la historia de Tarzán: el encuentro en la cama de Jane, mientras se peina. Que intensidad, que lujuria, que besos, mon Dieu, como diría un John arrebolado.

En definitiva, una película llena de elegancia, aventuras y buen gusto, que no pretende ser un estudio antropológico pero que igualmente sirve para que de pie al debate sobre la naturaleza humana. Más que interesante.
Kaori
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