Que sensación tan extraña te deja esta película. Mientras la ves, sabes que es una obra clásica donde las haya, que intenta recuperar el espíritu épico de las grandes superproducciones. Admiras la bellísima fotografía (sin duda lo mejor) y adviertes lo bien hecha que está, cuidada al detalle tanto en dirección, como en ambientación o banda sonora. Eres consciente de sus muchos atributos técnicos... pero lo extraño es que también te das cuenta de que algo falla en ese bonito envoltorio de corrección insoportable.

Para mi, faltan emociones. La película de desarrolla con una tranquilidad pasmosa, al igual que el protagonista, prácticamente inexpresivo, casi flemático, que entra en un mundo ajeno, desconocido y grandioso con la misma parsimonia con la que se entablilla una pierna y echa a correr. Ante la indiferencia del protagonista, el espectador reacciona con la misma frialdad.

Otro punto débil, es la historia. Me parece muy bien la crítica a la destrucción de la naturaleza y de las culturas autóctonas, pero el desarrollo de la trama, no es que sea lenta o larga, es que es intrascendente. Ver a un hombre cómo interacciona con otra cultura es... interesante, curioso, bonito por momentos, como puede serlo cualquier documental, pero para que sea de verdad poético, lírico, épico y profundo, hay que tocar otras fibras, hay que dar una motivación y un sentido a lo que está pasando: el por qué de la soledad de John, sus anhelos, el por qué del lobo, lo que hay detrás de los ritos indios... O la explicación es demasiado simplona, o directamente no la muestra.

Con todo, es una película que se deja ver, pese a su larga duración. A veces algo pesada, pero en general entretenida. Se agradece un cine tan clásico, ya completamente perdido; fue un acto de valor que Kevin Costner se atreviera a un proyecto de esta embergadura. Ojalá se hubiera seguido su ejemplo.